Estudio comparativo sobre la presencia del estigma social asociado al trastorno mental grave en estudiantes de psicología de la Universitat de València

  1. López Palanca, Irene
Dirigida por:
  1. Maria Dolores Sancerni Beitia Directora
  2. Juan Carlos Ruiz Ruiz Codirector
  3. Inmaculada Fuentes Durá Codirectora

Universidad de defensa: Universitat de València

Fecha de defensa: 03 de febrero de 2023

Tribunal:
  1. Micaela Moro Ipola Presidente/a
  2. Carmen Dasí Vivó Secretaria
  3. Martín Lorenzo Vargas Aragón Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 785094 DIALNET

Resumen

El estigma social o público siempre ha sido, y es en la actualidad, una cuestión de discusión, ya que es un atributo que conlleva una identidad social, la cual es devaluada en un contexto social determinado (Muñoz, Pérez-Santos, Crespo y Guillem, 2009). La opinión pública sobre la posesión de una característica negativa, desencadena una serie de reacciones negativas hacia aquel o aquellos que la poseen. Dicha reacción, tal y como comenta Goffman en 1963 en su estudio sobre el atributo desacreditador, devalúa profundamente a la persona, contaminándola y la convierte en otra “manchada”, prescindible y de la cual hay que apartarse o evitar (Fuster Ruíz de Apocada, 2011). Para que pueda darse una reacción de estigma por parte de la sociedad, tiene que producirse una serie de reacciones psicológicas y sociales por parte de la población hacia aquello que se percibe como estigmatizado. Estas reacciones desembocan en prejuicios (componente emocional), estereotipos (componente cognitivo) y discriminación (componente conductual) (Simón-Alonso, 2015). Uno de los grandes estigmas como sociedad, aunque en muchas ocasiones ocultado o disimulado, es el estigma hacia el trastorno mental grave. Este estigma hacia lo desconocido o no controlable, hace que exista un deseo por una distancia social hacia el “extraño” o “diferente”. Por ello, se le adjudica una etiqueta que lo marcará para así, poder identificarlo y hacer una separación entre el “ellos” y el “nosotros” – Tª de la re-categorización de Allport (Martín-Balle, 2019). Además, esta estigmatización social surge como control o manejo sobre la exclusión de los otros, para así preservar la sociedad según los parámetros aceptados por ella. Lo que comúnmente se conoce como “stigma-power” (Link & Phelan, 2014). Este estigma puede darse de dos maneras diferenciadas, de forma implícita/automática y de forma explícita/controlada. Ambas desembocan en un impacto social, psicológico y económico en las personas estigmatizadas. Este impacto es muy perjudicial y provoca una relación negativa de las personas que lo padecen con la autoestima, el empoderamiento, la calidad de vida, el apoyo y la integración social (Eisenberg, Downs & Golberstein, 2012). A pesar de que el conocimiento hacia el trastorno mental ha aumentado y las intervenciones cada vez son más efectivas, las respuestas negativas siguen existiendo (Tippin & Maranzan, 2019). Esto puede deberse a la existencia de factores biogenéticos y psicosociales relacionados con la aparición de la enfermedad, los cuales ayudan a seguir estigmatizando y al mantenimiento de la aparición de actitudes y comportamientos tales como la evitación, la negatividad, los estereotipo, el tratamiento adverso en interacciones y otras formas de discriminación (Mannarini, Boffo, Rossi & Balottin, 2018). Tal y como aparece en la literatura científica, el conocimiento sobre el trastorno mental grave y el contacto con el misma, puede afectar al cambio de actitud respecto a la enfermedad mental grave de una manera más positiva (Simmons, Jones & Bradley, 2017), por ello sería razonable pensar que todos aquellos profesionales que se dedican al campo de la salud mental, no contaran con los estigmas que existen en la sociedad o que estos fueran de una menor intensidad. El contacto, como maniobra de cambio de estigma, está justificado a través de la “hipótesis del contacto”, la cual propone una estrategia para mejorar las relaciones interpersonales mediante la facilitación del contacto (Kosyluk, et al, 2016) modificando los componentes tanto cognitivo (formación) como el afectivo (contacto) (Medina-Mesa, Martínez-García, Morales-Sánchez, & Gil-Olarte, 2018). Diferentes estudios hablan sobre que el problema del estigma no solo aparece en la población en general sino que también afecta a aquellas personas o profesionales sanitarios que trabajan codo con codo con el trastorno mental grave, a pesar del deber profesional. Estas actitudes estigmatizadas se mantendrían a pesar de la exposición a los pacientes y la formación profesional (formación y contacto – hipótesis del contacto) (Chile, Stefanovics & Rosenheck, 2018). Específicamente, cuando hablamos de los profesionales dentro del campo de la psicología, sabemos que existen pocos estudios que exploran esas actitudes en cuestión, pero sugieren que estos profesionales suelen tener una visión más optimista de las intervenciones y sus resultados en comparación con otros grupos de profesionales de la salud mental (Magliano et al, 2016). Pero, ¿qué pasa cuando centramos nuestra atención en los futuros profesionales de la salud mental?; ¿Los estudiantes de psicología, y futuros psicólogos, tendrán también esa misma visión positiva? Se ha comprobado que los estudiantes de psicología en comparación con los estudiantes de otras carreras del ámbito de la salud mental, muestran un mayor distanciamiento social y son mucho más pesimistas con el buen pronóstico de la enfermedad (Magliano et al, 2016). Entonces, ¿cuándo se produce ese cambio de pensamiento? Sabemos que, a lo largo del tiempo, las creencias, las inquietudes y, obviamente, los conocimientos de los alumnos de psicología no son los mismos al entrar en la facultad que al salir. Por eso, y sabiendo que, los estudiantes que reportan experiencias personales con el trastorno muestran una mayor aceptación social (Chile, Stefanovics & Rosenheck, 2017), es importante conocer si existe una evolución en el proceso estigmatizador de los estudiantes de psicología y las características de la misma. De este modo ayudaremos a prevenir la futura estigmatización que pueda aparecer no solo hacia la enfermedad sino hacia la voluntad de ellos mismos a la hora de buscar ayuda en un futuro ante cualquier conflicto o problema relacionado (Michaels, Corrigan, Kanodia, Buchholz, & Abelson, 2015). Por todo ello, trataremos de comprobar si el trascurso de los estudios en psicología, ayuda a disminuir o erradicar, en los estudiantes de psicología de la Universidad de Valencia, el estigma, la asignación de atributos no deseables y desacreditables (Pingani et al, 2016) a las personas que padecen una enfermedad mental grave.