Protección y puesta en valor del patrimonio geológico y geodiversidad a través del conocimiento de la dinámica hidro-geomorfológica de un paisaje artificial

  1. PÉREZ DOMINGO, SILVIA
Dirigida por:
  1. Guillermo Meléndez Hevia Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Zaragoza

Fecha de defensa: 25 de octubre de 2013

Tribunal:
  1. José María García Ruiz Presidente/a
  2. José Ángel Sánchez Navarro Secretario/a
  3. Juan José Durán Valsero Vocal
  4. Artemi Cerdà Vocal
  5. María Teresa Echeverría Arnedo Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 351935 DIALNET

Resumen

1. INTRODUCCIÓN La geoconservación es una disciplina moderna, que se volvió aceptada ampliamente tras el año 2000 como alternativa a los términos de conservación geológica y conservación geomorfológica (The Geoconservation for Science and Society, 2011). Ésta disciplina se está desarrollando en los últimos años a través de distintos enfoques que pueden ser más amplios o más limitados en función del contexto científico o países que se consideren. Así pues, no hay definiciones unificadas ni universalmente aceptadas. Burek y Prosser (2008) sostienen que está creciendo a través de un enfoque de propósitos o intenciones más que hacia una vista hacia la historia de recorrido de la geoconservación. De esta manera, se dan distintos niveles de iniciativas nacionales que se traducirán en legislaciones específicas para llevarlas a cabo. Según Sharples (1997, 2002) la geoconservación persigue conservar la diversidad natural ¿o geodiversidad- de los aspectos geológicos, geomorfológicos y edáficos significativos y procesos asociados. Eberhard (1997), en la misma línea integradora, la define como la identificación y conservación de las características geológicas, geomorfológicas y suelos, uniones de sistemas y procesos (geodiversidad) y sus procesos intrínsecos, ecológicos y patrimoniales. Por tanto, la geoconservación según estos autores no es preservación, sino que ha de entenderse como las actividades y procesos destinados a la conservación de estos aspectos ya citados-geología, geomorfología, suelos, y paisaje- que permiten que los procesos geomorfológicos activos sigan produciéndose. Así pues, dos son los objetivos fundamentales de la geoconservación (Sharples, 2002), por un lado el mantenimiento de la geodiversidad, y por otro el mantenimiento de las tasas y magnitudes de cambio, pues mantiene los elementos en evolución y un equilibrio con los procesos ecológicos. Entender, por tanto, el concepto de geodiversidad supone así un prerrequisito esencial y necesario para la geoconservación. Este concepto de geodiversidad nace a finales de la década de los 90 a raíz del término biodiversidad consensuado en la cumbre de Río 1992. Sin embargo, a diferencia de éste no hay consenso internacional en su definición, y al igual que sucedía con la geoconservación hay unos enfoques más integradores que otros. En una línea más integradora, se encontrarían autores como Sharples (2002), Stanley (2004), Gray (2004), Prosser y colaboradores (2006) y Kozlowski (2004), que se refieren a la variedad de rocas, minerales, paisaje y suelo, incorporando los procesos geológicos. Es esta visión amplia de la geodiversidad, contemplada y valorada desde distintos enfoques ¿culturales, estéticos, económicos, funcionales y educacionales- la que hace que ésta sea de gran utilidad para la gestión del territorio (Gray, 2004). En este contexto de gestión territorial las actividades extractivas ¿que modifican el medio abiótico y originan nuevos paisajes- juegan un papel importante. Debido a la intensidad y extensión de los impactos producidos por la minería durante los años 70 y 80, comenzó una fuerte preocupación social y ambiental a nivel europeo e internacional, que se tradujo en la elaboración de leyes específicas a la minería con un mayor endurecimiento en la protección a la naturaleza. Pero por otro lado, las operaciones mineras a veces ponen al descubierto aspectos geológicos relevantes y críticos para la comprensión de la Tierra, que quedaban bajo la superficie del terreno, y que de otra manera no sería posible observar. Estos aspectos ambientales, educativos y patrimoniales de las operaciones mineras han comenzado a tenerse en cuenta para su integración en el planeamiento del territorio, pudiendo hacer éstas una contribución sustancial en el área de la geodiversidad (Thomson et al., 2006), obteniendo además un beneficio y diversificación en la propia actividad minera. En Inglaterra, este papel de la minería se concretó en la redacción en 2005 de un Memorando de Entendimiento (Memorandum of Understanding, MoU) promovido por el Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Medio Rural (Defra), por el que se apoyaban económicamente las iniciativas de canteras para llevar a cabo programas de acción en el ámbito de la geodiversidad. Ahora bien, éstas se encuentran en un contexto en el que, a pesar de las implicaciones para la gestión del territorio del término geodiversidad, ésta sólo ha sido tratada desde un punto de vista académico, científico y desde un enfoque conservacionista de la gestión, y sólo ocasionalmente se han escrito guías más prácticas. Prosser en 2006 publicó una guía de gran utilidad en el contexto de la geoconservación en general, pero que no abarcaba aplicaciones puramente prácticas con respecto a actividades mineras. Otros autores, como Thomson y colaboradores (2006) orientaron también el concepto de geodiversidad hacia la gestión, sistematizándolo, pero que es más apropiado para un enfoque estratégico a lo largo de varios sitios conjuntamente. Por tanto, desde el sector minero ha comenzado a surgir en los últimos años la necesidad de un enfoque más concreto del concepto de geodiversidad, que resulte adecuado a la medida espacial y temporal de las explotaciones (Scott et al., 2007). El presente trabajo, por un lado, trata específicamente de mostrar en qué medida las labores restauradoras y recuperadoras de acciones antrópicas tan intensas o destructivas como la minería a cielo abierto, pueden devenir en ejemplos valiosos de protección y recuperación del patrimonio geológico, abriendo vías de trabajo a la investigación la docencia y el desarrollo social y el geoturismo, puesto que las actividades mineras a veces dejan al descubierto aspectos geológicos relevantes que quedaban bajo la superficie del suelo, y que de otra manera no sería posible observar. En esos casos las labores de restauración permitirían considerar su integración como herramienta geodidáctica, ofreciendo la posibilidad de estudio y contribuyendo a la enseñanza de la geología. Por otro lado, los trabajos de restauración -siguiendo la definición de geoconservación ofrecida por Prosser (Prosser, 2002)- permitirían asegurar el mantenimiento de la calidad y geodiversidad de un sitio de interés que ha sido impactado, mediante una gestión activa encaminada a la conservación de su identidad. En esta gestión se propiciarían así procesos geomorfológicos que permitiesen el equilibrio con el paisaje natural circundante. La geomorfología, que estudia las formas del relieve y los procesos asociados, nos ofrece un marco de trabajo adecuado tanto para entender los efectos en el medio artificial creado por la minería superficial, como para diseñar las mejores estrategias de restauración (Martin-Duque et al., 2010) . Esta idea coincide con la de investigadores australianos, que ya en la década de los 90 desarrollaron un modelo de predicción de la evolución del relieve, con los objetivos de evaluar impactos y poder hacer recomendaciones, y mejorar así la funcionalidad de las restauraciones mineras (Willgoose y Riley, 1994; 1998). Sin embargo, los procesos hidrológicos y erosivos dependen de la escala de observación (Stroosnijder, 2005; Boix Fayos et al., 2006), debido a la existencia de umbrales, conexiones y respuestas no lineales dentro de los sistemas. La conexión entre las partes que componen un sistema aparece como esencial para comprender las interrelaciones entre formas, y poder predecir su evolución y sensibilidad o resiliencia (Harvey, 2002); por ello, la extrapolación de los resultados obtenidos únicamente en parcelas y laderas ofrece pocas garantías si se quieren aplicar al conjunto del paisaje restaurado. En este sentido, diversos estudios llevados a cabo a escala de cuenca hidrológica restaurada (Negley y Eschleman, 2006 ; Bonta, 2000 ; Kilmartin, 1994) se centran en esta escala para hacer frente a las limitaciones de los estudios en parcelas o laderas en el conocimiento y comprensión de los procesos hidrólogicos alterados por la acción minera. Ahora bien, en estos estudios o sólo una parte de la cuenca monitorizada está sometida a minería y su restauración, o si la cuenca completa es artificial, el régimen de lluvias es húmedo, por lo que los procesos hidrológicos y erosivos que se ven involucrados no son iguales a los procesos que se dan en un clima semiárido. En la presente tesis se han contemplado los siguientes objetivos 1. Evaluar y describir la respuesta hidrológica en un sistema artificial que ha sido creado por la restauración de áreas afectadas por la minería superficial del carbón, examinando la influencia que las formas iniciales artificiales tienen sobre el comportamiento hidrológico del sistema. 2. Obtener datos empíricos de las tasas de emisión de escorrentía y sedimentos de estos nuevos sistemas construidos a escala de cuenca, con el fin de determinar sus outputs en relación con las transferencias internas. 3. Estudiar la conectividad de estos sistemas, mediante el estudio geomorfológico-funcional de la red de drenaje, en la escala de cuenca, y de la distribución de fuentes y sumideros de agua y sedimentos dentro de los sistemas. 4. Discutir la potencialidad de los modelos de restauración utilizados en los casos analizados para generar modelos predictivos en otros casos semejantes con vistas a la conservación del patrimonio geológico y a su protección frente a agresiones. Sirviendo a su vez en estrategias de geoconservación para la gestión del territorio. 5. Analizar y valorar la potencialidad y el uso de las áreas restauradas como herramientas geodidácticas (rutas geológicas, puntos de interés didáctico o geotopos, etc.) y para su difusión social (geoturismo). Zona de estudio Para este estudio se han seleccionado tres cuencas artificiales dentro de la escombrera exterior de la mina de carbón Corta Gargallo Oeste (Estercuel, Teruel), propiedad de Endesa Generación, que corresponde al modelado ¿talud-cuneta-berma¿. En este modelado las cuencas artificiales constan, como su propio nombre indica, de un talud, una berma y una cuneta que conduce el agua de los dos anteriores a modo de cauce. Estas tres cuencas se han elegido en base a unas similitudes y diferencias que hacen interesante su estudio y comparación. De esta manera la zona experimental consta de una cuenca inferior con regueros en su ladera, denominada C1; otra cuenca en posición central con surcos transversales de plantación, denominándose C2; y una cuenca superior que no presenta ninguna de estas dos características anteriores en sus laderas, que se denomina C3. 2. DESARROLLO TEÓRICO Los paisajes restaurados actuales procedentes de la minería superficial más comunes, están constituidos por dos tipos principales de laderas que se alternan en el espacio, estas son: laderas rectilíneas o taludes que intentan asemejarse a las laderas naturales ¿en las que se intensifican los procesos de restauración-, y bermas o pistas por las que la maquinaria necesita circular, y cuyos tratamientos de restauración suelen ser escasos e incluso inexistentes. En el área de estudio se distinguen tres tipos de taludes o laderas rectilíneas, ladera de regueros (CR), ladera de surcos (CS) y ladera vegetada (CN), con distintos tipos de resultados en su restauración. La importancia de cada una de estas laderas radica tanto en su origen como en su evolución geomorfológica durante los primeros años de restauración, y que van a dar lugar a distribuciones en los componentes superficiales del suelo y propiedades físico-químicas distintas; con una consecuente repercusión en sus respuestas hidrológicas y erosivas. Por tanto, estas respuestas hidrológicas y erosivas son diferentes en cada una de las laderas, hecho que se acentúa debido a la estacionalidad del clima Mediterráneo, que intensifica las diferencias sobre todo en los eventos tormentosos. La ladera CR de 15¿ de pendiente, y textura general franco-arenosa fue sometida a una restauración consistente en un labrado transversal con siembra de herbáceas como única medida de reforestación. Durante los primeros años se formó una red de regueros que favorece los procesos de erosión y escorrentía. Así esta ladera ocasiona las mayores tasas hidrológicas y erosivas, que alcanzan sus mayores valores en las tormentas de verano, momento en el cual la capacidad de transporte de los regueros es mayor al concentrarse los flujos en ellos. El sustrato superficial de esta ladera cuenta con mayores valores en densidad aparente (DA) y conductividad eléctrica (CE), y los menores en capacidad de intercambio catiónico (CIC). Esto implica una menor fertilidad en los suelos de CR, lo que podría ser indicativo del efecto degradante de los regueros, al erosionar la capa superficial de tierra fértil añadida en el proceso de restauración. Igualmente, la cubierta vegetal es la menor de las tres laderas, que cuenta con superficies de suelo desnudo asociadas sobre todo a las cabeceras de regueros. Así, esta ladera cuenta con una dinámica de retroalimentación negativa, en la que según evolucionan los regueros en los primeros años aumentan sus tasas de escorrentía y sedimentos que conllevan una degradación de la cubierta vegetal y las propiedades físico-químicas de los sustratos. La ladera CN, con 17¿ de pendiente y textura franca, consta del mismo sistema de restauración de CR ¿siembra de herbáceas con labrado transversal- si bien, en ésta no se han formado regueros. Esta ausencia de red de regueros aumenta su capacidad de retención de flujos, lo que queda reflejado en unas menores tasas de escorrentía y sedimentos. El sustrato superficial presenta los menores valores de DA, de CE, y los mayores en CIC, y C/N, lo que informa de una mayor fertilidad producida por un mayor contenido en tierra vegetal que contribuirá, en último término, al mantenimiento de la cubierta herbácea, siendo ésta la mayor de las tres laderas. Igualmente, la densa cobertura vegetal de CN favorece la retención y reinfiltración de los flujos de escorrentía y sedimentos en el interior de la ladera, y condiciona que sea menos influenciable por los efectos erosivos de las tormentas de verano. Por tanto, la menor susceptibilidad a la erosión que presenta CN contribuye a un mayor mantenimiento de la tierra vegetal adicionada en las primeras etapas de restauración, lo que a su vez condiciona el desarrollo de su densa vegetación. La ladera CS, de 16¿ y textura general franco-arenosa es la ladera con mayor intervención en los procesos de restauración, pues al proceso de siembra de herbáceas y labrado transversal se le suma una posterior reforestación con leñosas, mediante surcos paralelos a las curvas de nivel y alcorques de plantación. Este sistema favorece la compartimentación, fragmentando las áreas contribuyentes de escorrentía y sedimentos a lo largo de la ladera. Así, sus valores de escorrentía son los menores, junto con los de CN. Sin embargo, no sucede lo mismo con sus valores de erosión -que alcanzan valores intermedios entre los de CR y CN-, pues este método de restauración favorece la disponibilidad de sedimentos durante los primeros años de evolución del sistema, que se movilizan en momentos puntuales de tormentas de fuerte intensidad. Las propiedades fisico-químicas del sustrato superficial de CS cuentan con una gran heterogeneidad, lo que es indicativo de una alta remoción de la tierra vegetal extendida en la ladera al construirse los surcos y caballones. Por tanto, si bien en este modelo de restauración se favorece la reinfiltración de los flujos, gracias a la construcción de surcos que compartimentan el sistema, este tipo de laderas son susceptibles a altas tasas de erosión puntual debido al material removido que queda disponible durante los primeros años de evolución. Por otro lado, se encuentra la unidad que constituye la berma, con un 1% de pendiente y una menor longitud que las laderas anteriormente estudiadas. El proceso de restauración seguido en éstas carece de revegetación y se da una mayor compactación del sustrato. Estas condiciones dotan al sistema de tasas de escorrentía que son similares a CS y CN, pero con mayores tasas de erosión. Los flujos de agua y sedimentos son producidos sobre todo por las tormentas estivales. Así, estos elementos característicos del modelo de restauración tradicional, aunque estén más compactados, son más erosionables que las laderas con surcos (CS) y la revegetada únicamente con herbáceas que no presentaba regueros (CN), hecho que se constata sobre todo en los eventos de lluvia de fuerte intensidad. Estas unidades del terreno definidas a través de las laderas y bermas estudiadas en la zona de estudio, se integran constituyendo un mosaico que condiciona la distribución de la escorrentía a escala de cuenca, resultando un patrón de respuesta más complejo según se pasa de escala de ladera a una menor escala de cuenca. Es importante el estudio de esta escala, pues, en último término va a ser la que condiciona la evolución hidro-geomorfológica del paisaje restaurado. En este trabajo, al estudiar las respuestas hidrológicas a escala de cuenca artificial, en las cuencas C1, C2 y C3 se observa que a nivel global, las tres presentan unos comportamientos que se ven influidos en el mismo sentido por las propiedades de las lluvias ¿volumen e intensidad- a pesar de que sus unidades constituyentes (laderas con distinto tipo de restauración: CR, CS y CN) presentaban respuestas diferentes. Y si bien había laderas que apenas produjeron escorrentía a pesar de la intensidad de la lluvia (este es el caso de la CN en C3 y de CS en C2), sin embargo todas las cuencas generaron escorrentía en eventos de alta intensidad. Esto podría deberse a que hay una unidad común presente en las tres: la berma, que induce a pensar que ésta contribuiría a homogeneizar las respuestas hidrológicas a escala de cuenca, amortiguando las distintas contribuciones de escorrentía de las laderas. Así, en las tres cuencas de estudio aparecen cuatro patrones de respuesta asociados a las características de la lluvia propias de la estacionalidad mediterránea. Éstos se corresponden a eventos otoñales débiles, eventos otoñales activos, temporales primaverales y eventos tormentosos estivales. Los eventos otoñales débiles, de poco volumen e intensidad originan hidrogramas de menores caudales y tasas de escorrentía y tiempos de respuesta intermedios en todas las cuencas. Por su parte, los eventos otoñales activos, con un mayor volumen de lluvia, dan lugar a hidrogramas con valores medios de caudales en C1, y con los mayores caudales y tasas de escorrentía en C2 y C3. Los tiempos de respuesta son prolongados, alcanzando los mayores valores en C3 y en C1. Los eventos de temporal primaverales, de intensidades bajas y volúmenes intermedios ocasionados a lo largo de periodos de tiempo prolongados, generan caudales bajos de respuesta, y con tiempos de respuesta y concentración prolongados, al igual que en los temporales de otoño, siendo en C2 los hidrogramas de mayor duración total. Por tanto, tanto en los temporales de Otoño como en los de Primavera, los hidrogramas ascienden y descienden lenta y progresivamente, si bien en los primeros presentaron mayores caudales que en los segundos. Por último, en las tormentas de Verano se originan los mayores caudales punta en las tres cuencas, así como los menores tiempos de respuesta, originándose hidrogramas asociados con las curvas más abruptas, dando lugar a una respuesta tipo ¿flash¿ que evacua volúmenes importantes de escorrentía en períodos breves de tiempo. Estos eventos de gran intensidad son los que contribuyen a la desestabilización del sistema, que evoluciona a modo de pulsos cada vez que un evento fuerte ocurre. Estos pulsos contribuyen a que la red de regueros de CR (en C1) se encaje, al igual que los regueros de la pista cercanos a las cunetas; dando lugar a una reactivación puntual de los procesos de erosión remontante en estas superficies susceptibles a la erosión. Ahora bien, esta dinámica geomorfológica se acentúa y se transmite al conjunto de la escombrera restaurada en eventos extraordinarios, que cuenten con una intensidad que supera un umbral tolerable por las cuencas de drenaje. En éstos los flujos de escorrentía ¿dotados de una gran energía- son capaces de producir desbordamientos, con sus consecuentes procesos erosivos asociados: abriéndose cárcavas y barrancos que comunicaron las cuencas entre sí. Y por tanto, estas cuencas artificiales, que se articulaban a modo de terrazas compartimentando la escombrera, tras un evento extraordinario durante los primeros años de su restauración, quedan conectadas entre sí. Este hecho aumenta la conectividad del sistema, con un consecuente aumento en la longitud de los flujos de escorrentía superficial que circulan en él. Al mismo tiempo, zonas que estaban desconectadas en este sentido (como la ladera con surcos de plantación, CS), quedan conectadas a las redes de drenaje, una vez se ha abierto un reguero o cárcava. Tras este tipo de eventos, en el sistema restaurado aparecen distintos tipos de flujos de diferentes longitudes, profundidades y velocidades, con capacidades de incisión distintas, que son conducidos por regueros, cárcavas y cunetas. Estos últimos concentran los flujos, conectan el sistema y son fuente, a su vez, de escorrentía y sedimentos, sobre todo tras los eventos tormentosos de gran magnitud. Esta red de drenaje en evolución, situada en la escombrera se conecta, en último término con el medio natural circundante, con repercusiones hidro-geomorfológicas y ecológicas sobre todo en el medio fluvial donde van a desembocar los flujos (ríos y embalses). Este conocimiento sobre la dinámica hidro-geomorfologica del relieve artificial y los procesos que se dan en sus distintas unidades y los componentes de la superficie del suelo, con las posibles implicaciones ecológicas asociadas, aporta un marco conceptual necesario para poder llevar a cabo una auditoría de geodiversidad ¿geodiversity audit-, que, como indican Thomson y colaboradores (2006), es el paso previo para poder realizar un plan de acción de la geodiversidad para una compañía minera (cGAP). Según Gray (2004) una de las amenazas de la geodiversidad es el desconocimiento, por ello, las labores divulgativas que se pudieran desprender de la minería contribuirían de manera positiva en este aspecto. Igualmente, si se estimase relevante para el conocimiento de la geología el conservar una determinada sección geológica crítica por su estratigrafía, tectónica, o paleontología, éste se podría incorporar en el diseño final de la restauración de manera que el sistema fuese estable en el largo plazo. Por otro lado, el mismo conocimiento de la geomorfología del paisaje restaurado, ayudaría al avance de esta disciplina enfocada en paisajes artificiales resultantes de las obras que conllevan un movimiento de tierras, como actividades extractivas, vertederos, taludes y desmontes de carreteras entre otros ¿cada vez más comunes-. Estos conocimientos geológicos y geomorfológicos podrían abordarse de manera adaptada a los distintos tipos de colectivos, teniendo así una vertiente aplicada a la geodidáctica en escuelas e institutos, y sectores profesionales implicados en la gestión del territorio, y hacia un público en general mediante el geoturismo. Este conocimiento es necesario a todos estos niveles, y en concreto a nivel escolar, debido a que la carencia progresiva en la enseñanza de las Ciencias de la Tierra en España previsiblemente traerá consecuencias negativas en las futuras investigaciones y conocimiento sobre la Tierra (Meléndez et al., 2007; Fermeli et al., 2011). Por su parte, en la población en general, la difusión de los valores geológicos y geomorfológicos ¿formas y procesos- ha sido un aspecto escasamente desarrollado, que en las últimas décadas se está viendo abordado desde la perspectiva del geoturismo, que sustenta y realza las características geográficas y geológicas de un lugar, y sus aspectos medioambientales, sociales, culturales y estéticos (Dowling, 2011; Escorihuela, 2011). A escala de paisaje la contribución de la geomorfología a la geodiversidad presenta un papel central, pues la configuración del relieve condiciona de manera considerable su sensibilidad ante posibles perturbaciones (o resiliencia) (Thomas, 2001). Así, se dan unos paisajes más resistentes y otros más sensibles, que dependen de las conexiones -conectividades- entre sus partes. El sistema geoecológico del área de estudio pertenece a un paisaje rural mediterráneo semiárido, que es fruto de los usos del territorio que su población ha venido haciendo durante siglos, constituyendo un mosaico de distintos relieves, suelos y vegetación asociada a los distintos usos, entre los que se transfieren flujos hidro-sedimentológicos y procesos, que se activan en momentos distintos en función de la intensidad de la precipitación (Lana-Renault, 2008; Pérez-Domingo, in press). De esta forma, la escorrentía y sedimentos generados y transferidos por las distintas partes, contribuirán a la dinámica del sistema fluvial del entorno, pues en último término los ríos del área son los receptores de los flujos. Los episodios de riadas (flash floods) típicos en los cauces de climas semiáridos (Hutton et al., 2012) llevan consigo una gran dependencia en la morfología del cauce, ocasionando canales inestables en el tiempo (Hooke y Mant, 2002). La elevada sensibilidad ¿ o baja resiliencia- que presentan estos sistemas mediterráneos humanizados, causada por una falta de equilibrio inherente y una alta variabilidad, pone de manifiesto los retos a los que se deben de enfrentar las estrategias de gestión territorial. En esta perspectiva de integración territorial, es donde han de situarse los planes de acción de la geodiversidad de las operaciones mineras (cGAPS), formando parte de estrategias de gestión más amplias (LGAPS). Pues en último término, las minas superficiales y sus escombreras no se encuentran aisladas en el medio, sino que forman parte de un mismo paisaje con una geodiversidad asociada que ha de conservarse para un correcto funcionamiento, tanto para el mantenimiento de la biodiversidad como para el de la población humana que lo habita. Además, tanto en los cGAPS como en LGAPS habría de contemplarse los efectos acumulativos de las actividades degradativas de la geodiversidad en el paisaje, pues en muchos casos varias de estas actividades se encuentran en la misma cuenca de drenaje, conectadas entre sí por el sistema fluvial 3. CONCLUSIÓN El sistema de restauración de la minería superficial del carbón en clima Mediterráneo semiárido según el modelado ¿talud-cuneta-berma¿ plantea problemas de sostenibilidad ambiental a medio y largo plazo. En este trabajo se ha demostrado como, a pesar de contar con laderas restauradas mediante distintos tratamientos topográficos y de revegetación, las cuencas en las que éstas se integran responden de una manera similar entre sí ante los eventos de lluvia. Al mismo tiempo se ofrece una caracterización de aspectos geológicos, geomorfológicos y edáficos, y las asociaciones, propiedades e implicaciones ecológicas en un sistema restaurado de reciente creación. En este sentido, este conocimiento contribuye fundamentando y ampliando las auditorías de geodiversidad hasta ahora existentes, para que las empresas mineras del carbón puedan llevar a cabo planes de acción de geodiversidad (cGAPS); y, al mismo tiempo, las escombreras mineras puedan integrarse en un marco gestión y geoconservación territorial más amplio. 4. BIBLIOGRAFÍA Boix¿Fayos, C., Martínez¿Mena, M., Arnau¿Rosalén, E., Calvo¿Cases, A., Castillo, V. y Albaladejo, J. 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