El Corpus Christi en Zaragoza (siglos XIV-XVI). Arte en torno a la paraliturgia procesional

  1. CONSTANTE LUNA, LUIS JORGE
Zuzendaria:
  1. Fernando Buenaventura Galtier Martí Zuzendaria

Defentsa unibertsitatea: Universidad de Zaragoza

Fecha de defensa: 2016(e)ko urtarrila-(a)k 26

Epaimahaia:
  1. Manuel Santiago García Guatas Presidentea
  2. Juan Vicente García Marsilla Idazkaria
  3. Francisco José Galante Gómez Kidea

Mota: Tesia

Teseo: 403279 DIALNET

Laburpena

La presente tesis pretende ofrecer un estudio histórico-artístico de la procesión del Corpus Christi en Zaragoza entre los siglos XIV y XVI. Dicho esfuerzo nos parece justificado porque, a diferencia de ciudades como Valencia, Barcelona o Madrid, salvo aproximaciones limitadas y parciales, no se ha acometido todavía para la capital aragonesa un estudio de conjunto sobre la fiesta. Por otro lado, desde el análisis de la paraliturgia procesional del Corpus Christi se busca ofrecer una reflexión teórica del sentido y fundamento de la incorporación de la obra artística a públicas ceremonias de carácter efímero y dramático en la época medieval. Por la gran variedad de manifestaciones integradas en el cortejo del Corpus Christi y su relación orgánica en la unidad del rito, así como por la altura de los contenidos representados, consideramos necesario un análisis que trascienda el repaso y estudio formal de las obras integradas a fin de comprender el objeto y modo de su participación. Respecto al interés que reviste el objeto del presente estudio es necesario apuntar que la investigación de la procesión del Corpus Christi constituye una gran oportunidad para la comprensión del periodo bajomedieval. En primer lugar porque como fiesta eucarística nació como respuesta a la devoción hacia el sacramento propia de la época, y en segundo lugar porque en la articulación de sus celebraciones recogió experiencias y planteamientos propios de la vivencia festiva de los siglos XIV y XV. Por ello, en lo que se refiere al ámbito zaragozano, el estudio de la paraliturgia del Corpus constituye un valioso mirador para conocer la vida de la comunidad en la capital aragonesa durante la Baja Edad Media. Por último, para la Historia del Arte la procesión del Corpus Christi constituye un valioso camino para contemplar las concepciones estéticas y función de las artes en su dimensión más próxima a la vida de los hombres medievales. Instituida en 1264 por Urbano IV, la nueva festividad constituyó una oportunidad privilegiada para que los fieles pudieran acercarse y contemplar el sacramento. Éste se había colocado en un lugar preferente en el panorama devocional medieval fruto de una intensa reflexión teológica entre los siglos XI y XIII y la centralidad de la dimensión humana de Cristo en la espiritualidad de la época. Sin embargo, la fiesta no se difundió ni dio lugar a las primeras celebraciones hasta el siglo XIV. España se inserta en este proceso, correspondiendo los primeros testimonios de recepción a las ciudades de la Corona de Aragón, principalmente las vinculadas a la archidiócesis de Tarragona, entre las que se contaba Zaragoza, hallándose una multiplicación de noticias desde 1317 en ciudades como Barcelona, Tarragona, Lérida o Valencia. En la diócesis de Zaragoza, elevada a la condición de archidiócesis en 1318, la introducción de la fiesta en el calendario diocesano, la experiencia de las procesiones eucarísticas en Daroca fruto de la conmemoración del Milagro de los Corporales, la noticia de la celebración de la procesión en Calatayud en 1328, y la ampliación de la fiesta por el obispo López Fernández de Luna en 1361, permiten afirmar que en la primera mitad del siglo XIV tuvo lugar la introducción de la fiesta y la organización de las primeras procesiones. Sin embargo, la primera referencia documental a la procesión del Corpus en Zaragoza es un pregón de 1423. Junto con la expansión de la festividad y organización de las primeras celebraciones tuvo lugar la codificación de una paraliturgia característica del Corpus. A lo largo del s. XIV la procesión litúrgica se fue transformando y enriqueciendo con elementos y actitudes provenientes de celebraciones seculares, sobre todo las entradas reales, fruto de la creciente popularidad de la fiesta y la participación de los laicos, fenómeno recogido en la irrupción de los gastos organizativos en los libros de cuentas municipales de ciudades como Gerona (1320), Barcelona (1323), Aquisgrán (1334) o Valencia (1372). De este modo la procesión del Corpus se fue configurando como un desfile ordenado de la comunidad en torno a la eucaristía convenientemente agrupados con sus cruces, estandartes o imágenes de sus patrones, y en la que se integraron figuras y escenificaciones como dragones, gigantes, diablos o salvajes, y sobre todo carros con pequeñas piezas dramáticas, los entremeses. Este proceso es perceptible desde el último cuarto del s. XIV en ciudades como York, Chester, Barcelona o Valencia, conociendo en el s. XV una articulación y esplendor característicos. En Zaragoza la ausencia de documentación para el s. XIV dificulta reconstruir este proceso, pero las noticias del s. XV, sobre todo pregones y libros de actas del Concejo, ilustran una procesión asentada con la participación de los diferentes grupos sociales, en la que en las primeras décadas se habían integrado juegos y espectáculos, y que en los años centrales del s. XV conoció una particular vitalidad. En la centuria siguiente, aunque el perfil de la procesión se transformó fruto de las exigencias del nuevo espíritu religioso, la fiesta del Corpus siguió siendo una ocasión preferente para el desbordamiento festivo del la piedad de los zaragozanos. Respecto a la dimensión artística de la procesión del Corpus, en una cultura capaz de dar forma a intensas y esplendorosas ceremonias públicas como fue la bajomedieval, ninguna alcanzó su riqueza y esplendor. Sin embargo, la multiplicidad de manifestaciones artísticas se coordinó de manera orgánica en un rito que, como si de un cuadro en movimiento se tratara, daba forma a un programa coherente. Obras de platería, como cruces y custodias, las imágenes devocionales, los juegos y espectáculos dramáticos que se movían entre lo lúdico y lo catequético... Todo se integraba en una escenificación paralitúrgica que no hacía sino dar vida a la cosmovisión cristiana medieval, que quedaba reafirmada para la comunidad a través de la participación festiva de los celebrantes. Por último, el desarrollo de la presente investigación nos ha llevado a concluir que la procesión del Corpus Christi ha de ser vista como un rito de gran riqueza significativa y expresiva, en el que las artes se integraron como instrumento privilegiado para dar forma a los contenidos que la paraliturgia ponía en movimiento. Por otro lado, en lo referente a la ciudad de Zaragoza, nos parece justificado afirmar que la introducción y desarrollo de las celebraciones del Corpus ha de integrarse en el proceso protagonizado por las ciudades de la Corona de Aragón. Ello, sin embargo, no impide identificar para el caso zaragozano ciertas particularidades que la distinguen de su entorno más inmediato, como el gran protagonismo organizativo del concejo o la popularidad de determinadas obras como los bustos-relicario.