La expresividad del cuerpo como signo de lo humano en ortega y gassethombre versus mujer

  1. MARTÍNEZ AMORÓS, Mª ALBA
Dirigida por:
  1. Jesús Marcial Conill Sancho Director

Universidad de defensa: Universitat de València

Fecha de defensa: 03 de julio de 2018

Tribunal:
  1. Adela Cortina Orts Presidenta
  2. Juana Sánchez-Gey Venegas Secretario/a
  3. Carlos Gómez Sánchez Vocal
Departamento:
  1. FIL.DRET MORAL

Tipo: Tesis

Teseo: 564435 DIALNET lock_openTESEO editor

Resumen

Este trabajo de investigación se centra en el tema del cuerpo humano a la luz de la antropología de José Ortega y Gasset. Defiende la concepción del cuerpo como expresividad de lo humano, distanciándose tanto del materialismo como del espiritualismo porque las considera posiciones reduccionistas. La superación de todo dualismo lleva a Ortega a defender una nueva concepción del “yo” no cartesiana. El idealismo racionalista que sitúa a la conciencia como núcleo de la reflexión, dando paso así a una etapa en que la filosofía deja de centrarse en el problema de lo real y se cuestiona las posibilidades del conocimiento, es superada por una nueva etapa en que la realidad radical desde la cual ha de pensarse todo lo demás es, según Ortega, la vida. Esta vida no es concebida en abstracto, sino la vida de cada cual. Se trata de la vida de un “yo” concebido como ejecutividad, por tanto, opuesto a la idea del ser, que nos viene desde la ontología parmenídea. Por ello, la razón pura no es apta para pensar esta nueva realidad que se presenta, no como substancia, sino como cambio. Este “yo” es histórico, de modo que sólo una razón histórica, narrativa, puede aprehenderlo. Desde Meditaciones del Quijote, en 1914, Ortega deja definida su nueva teoría perspectivista. “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Este apotegma recoge lo que va a ser su filosofía, que rompe con la tradicional relación entre sujeto y objeto fruto del idealismo. “Yo” y “mundo” se conciben como interdependientes, co-pertenecientes. No hay prioridad de uno sobre el otro como ha ocurrido con la concepción realista, primero, e idealista, después. No se puede concebir al yo sin el mundo ni a éste sin un sujeto para el que es objeto. La circunstancia y la perspectiva van a ser los dos mojones sobre los que se sustenta su filosofía de la vida. Este “yo” que se sitúa espacio-temporalmente en el mundo es el punto desde el cual el mundo existe para cada cual, en una circunstancia concreta. A diferencia de otras interpretaciones, en Ortega esta circunstancia incluye mi cuerpo y mi alma. Esta es la idea sobre la que hemos investigado en este trabajo. Qué entendemos por cuerpo, por alma, por espíritu, que es la triple estructura sobre la que Ortega define al ser humano. Esta nueva antropología exige una nueva metafísica frente a la tradición, es la metafísica de la vida que reclama una razón vital e histórica para hacerla comprensible. Así pues, este trabajo que está estructurado en dos partes, desarrolla en la primera, que es más reducida, una contextualización del pensamiento de Ortega, tanto respecto a la filosofía como al resto de las ciencias, que nos sirve de propedéutica para la comprensión de la segunda parte que es el núcleo de este proyecto. Esta segunda parte está divida a su vez en dos apartados. El primero desarrolla la antropología orteguiana desde sus primeros textos y hasta el final de su vida. Unimos a ello un aparato crítico contando con los autores más relevantes que han estudiado a Ortega, así como otros filósofos que han influido en su pensamiento. La revisión de su antropología nos lleva a preguntarnos cómo concibe el cuerpo del varón y de la mujer, cuál es el fundamento de las diferencias que encuentra, y este proceso nos lleva a la comparación de nuestro tiempo con el de Ortega. Si bien encontramos puntos de conexión entre los problemas que Ortega plantea en su tiempo con los que ahora nos acucian, en el tema de las diferencias entre varón y mujer, es decir, los problemas más actuales sobre la ideología de género, sin entrar en posiciones feministas, es patente la distancia y el desacuerdo con nuestro filósofo. También aquí hacemos uso de un aparato crítico desde el cual comentar las aportaciones de Ortega. Por un lado, los filósofos influyentes, y por otro, los críticos, sobre todo mujeres. El balance final supone, pues, apostar por la recuperación del pensamiento de Ortega sobre el hombre para aquellos que, sin tomar partido por una posición trascendente, no estén dispuestos a reducir al hombre a pura materia. La importancia frente a las nuevas posiciones transhumanistas y poshumanistas es evidente, ya que se presenta como una alternativa en que reconocemos el cuerpo como expresividad de una intimidad particular e intransferible. También se defiende la crítica orteguiana al mal entendido principio de igualdad y de libertad, así como su análisis del “hombre-masa”. Pero frente a esta valoración positiva, encontramos el deficiente análisis crítico que hace de la diferencia entre hombre y mujer y su dependencia de las posiciones sobre este tema vigentes en su época.