Trastornos del sueño en personas mayores
- Omar Cauli Director
Universidad de defensa: Universitat de València
Fecha de defensa: 21 de septiembre de 2018
- Michele Malaguarnera Presidente
- Rut Navarro Martinez Secretaria
- Sandra Sancho Castillo Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
En el mundo occidental, las tendencias demográficas actuales se caracterizan por un descenso de las tasas de natalidad y de mortalidad. Esta combinación de tendencias ha producido inevitablemente un progresivo envejecimiento de la población, siendo el sector de la población de edad avanzada el que ha sufrido una mayor tasa de crecimiento en las últimas décadas. Este aumento de la esperanza de vida conlleva necesariamente un aumento de la morbilidad, y por ello, un alto porcentaje de personas mayores se enfrenta actualmente a diversos deterioros físicos y cognitivos asociados a la edad. Estos deterioros requieren de recursos adicionales en los sistemas de salud que tengan como reto la prevención de la discapacidad y deterioro funcional, más que la cantidad de años conseguidos. Por tanto, uno de los objetivos principales de los actuales sistemas de salud es la prevención. Dentro de las estrategias de prevención, diagnóstico y tratamiento en geriatría, se incluye la detección de los denominados síndromes geriátricos por constituir estos una causa frecuente de incapacidad funcional o social. Los síndromes geriátricos fueron definidos por Kane en 1989, en su libro Essentials of Clinical Geriatrics como problemas geriátricos y constituyen los siguientes: inmovilidad, inestabilidad y caídas, incontinencia urinaria y fecal, demencia y síndrome confusional agudo, infecciones, desnutrición, alteraciones en vista y oído, estreñimiento, depresión/insomnio, yatrogenia, inmunodeficiencias e impotencia. En esta tesis se estudia uno de los problemas más comunes en la población de personas mayores y que constituye uno de los denominados síndromes geriátricos: el insomnio. Los trastornos del sueño son comunes en las personas mayores y el insomnio representa al más frecuente de ellos. Estos trastornos no son inherentes al proceso de envejecimiento y cuando aparecen, pueden reducir significativamente la calidad de vida, desencadenar diversas patologías y aumentar el riesgo de fragilidad. La fragilidad se considera en la actualidad un síndrome geriátrico independiente que representa la disminución de las reservas fisiológicas del adulto mayor con un aumento de su vulnerabilidad para resultados adversos de salud [Romero, 2010]. Linda Fried et al. publicaron en el año 2001 una de las definiciones más aceptadas de fragilidad. Para ello establecieron 5 criterios: pérdida de peso involuntaria de más de 5 kilos o 5% del peso corporal durante el año precedente, cansancio o baja resistencia a pequeños esfuerzos, disminución de la fuerza muscular (evaluado con un dinamómetro), actividad física reducida y velocidad lenta para la marcha. La presencia de tres de los anteriores criterios constituye la definición de fragilidad y de entre ellos, los factores predictores de fragilidad más importantes parecen ser la pérdida de peso y el cansancio o agotamiento [Xue, 2008]. El cansancio y agotamiento originado por la falta de sueño estaría por tanto asociado al riesgo de fragilidad y consecuente incapacidad. Por otro lado, la detección de trastornos del sueño es fundamental para detectar precozmente otros problemas de salud considerados a su vez síndromes geriátricos como la depresión, asociada frecuentemente al insomnio y al riesgo de fragilidad. Los trastornos del sueño afectan especialmente a las personas institucionalizadas y, sin embargo, existen pocos estudios enfocados a esta población. Es por ello que se ha elegido una población geriátrica institucionalizada como objeto de estudio en esta tesis. Como estudio previo, la tesis realiza una revisión de todos los métodos actuales de estudio del sueño. Estos métodos pueden clasificarse en métodos objetivos (como la polisomnografía o la actigrafía) y subjetivos (como los diarios y los cuestionarios del sueño). De entre todos los métodos estudiados se han escogido tres para su validación cruzada en dos poblaciones de 99 y 62 personas institucionalizadas en seis centros diferentes de la provincia de Valencia. En la primera población se estudió la calidad subjetiva del sueño, mientras que en la segunda población también se estudió la calidad objetiva del sueño. Concretamente, a partir del estudio previo de métodos de evaluación del sueño, como método objetivo se escogió la actigrafía. Todos los participantes del segundo estudio llevaron un actígrafo de muñeca durante una semana que registró sus parámetros de sueño de manera objetiva. Como métodos subjetivos se seleccionaron los cuestionarios del sueño de Atenas y Oviedo. Todos los participantes completaron ambos cuestionarios dejando constancia de la percepción subjetiva de su propio sueño. Además, en el estudio se incluyeron otras variables demográficas (género, edad, estado civil), médicas (fármacos prescritos, enfermedades, etc.), psico-geriátricas (escalas de Barthel, Tinetti y Mini-Mental; y el índice de morbilidad de Charlson), y físicas (análisis de sangre y saliva, incluyendo la concentración de cortisol). Con este estudio se pretende obtener información acerca de la relación existente entre todas esas variables, con especial interés en determinar si existe una correlación significativa entre la percepción subjetiva del sueño y la medición objetiva del mismo. El estudio pretende, además, identificar posibles marcadores para la detección temprana de trastornos del sueño. Los resultados obtenidos son, por una parte, una clasificación actualizada de los métodos de detección del sueño, así como una recopilación y comparativa histórica de los cuestionarios del sueño. Por otra parte, el análisis estadístico del estudio realizado sobre la muestra de participantes arroja diversos resultados interesantes. En primer lugar, se encontró una correlación significativa entre las puntuaciones obtenidas en el cuestionario de Atenas y la subescala 1 del cuestionario de Oviedo (rho =-0.51 p<0.01, test de correlación de Spearman), la subescala 2 del cuestionario de Oviedo (rho=0.62 p<0.01, test de correlación de Spearman) y la puntuación total en el cuestionario de Oviedo (rho=0.57 p<0.01, test de correlación de Spearman). Por el contrario, no se encontró una correlación significativa entre la puntuación en el cuestionario de Atenas y las subescalas del cuestionario de Oviedo relacionadas con el hipersomnio o el uso de ayudas para dormir o presencia de eventos adversos durante el sueño. La edad y el índice de comorbilidad de Charlson fueron identificados como significativamente correlacionados (rho=0.32, p<0.05, test de correlación de Spearman), pero ninguno de ellos estuvo significativamente correlacionado con las puntuaciones del cuestionario de Atenas ni ninguna de las subescalas del cuestionario de Oviedo. No se encontró una correlación significativa entre la edad y los problemas de sueño. Sin embargo, se encontró una correlación significativa (p < 0.05, test de Spearman) entre el número de fármacos administrados diariamente y la calidad del sueño medida tanto por la escala de Atenas como por el cuestionario de Oviedo. En relación a la evaluación del sueño mediante actigrafía, la eficiencia del sueño en esta población alcanzó el valor promedio de 95,31% ±2,57%; el tiempo total de sueño fue de 321,92 ±105,84 minutos; el número medio de despertares durante el sueño fue de 5,47 ±3,32; y la duración media de los despertares de 2,59 ±1,01 minutes. Se encontró una correlación significativa e inversa entre el número de despertares durante la noche medidos con actigrafía o el tiempo total despierto durante la noche y la puntuación total del cuestionario de Oviedo (rho=-0,32, p <0,05, y rho=-0,37, p <0,05, respectivamente). No se observaron efectos significativos entre las otras variables recogidas con actigrafía y las otras subescalas de Oviedo o con el cuestionario de Atenas. Sí hubo, sin embargo, una correlación entre el diagnóstico de insomnio con el cuestionario de Atenas y el número de despertares durante la noche y con el tiempo despierto durante la noche (rho=-0,34, p <0,05, y rho=-0,38, p <0,05, respectivamente). También se identificó una correlación significativa e inversa entre la edad y el tiempo total de sueño registrado por el actígrafo (rho = -0,33 p<0,05, test de correlación de Spearman) o el tiempo en cama durante la noche (rho=-0,32 p<0,05, test de correlación de Spearman). Finalmente, las concentraciones (mg/dL) de cortisol en sangre y saliva re-cogidas durante la mañana fueron estudiadas en relación a las variables del sueño. No se observó ninguna correlación significativa entre la concentración de cortisol en saliva y ninguna variable del sueño medida mediante actigrafía, pero sí se encontró una correlación significativa de la concentración de cortisol tanto en sangre como en saliva con algunas subescalas del cuestionario de Oviedo. Por otra parte, sí se observó una correlación significativa entre los niveles de cortisol en sangre y una reducción significativa del tiempo de sueño (<4 horas) medido con actigrafía. En particular, aquellos participantes que dormían una media de menos de 4 horas presentaron altas concentraciones de cortisol en el plasma sanguíneo (rho=0,56, p <0,01, test de correlación de Spearman). No se observaron correlaciones con el índice de Charlson o con el número de fármacos administrados diariamente. Como conclusión, además de las correlaciones identificadas en el estudio, nuestros resultados muestran la existencia de posibles biomarcadores para la detección de trastornos del sueño. Las relaciones encontradas en este estudio son un punto de partida para conocer las causas y mecanismos que produce un trastorno del sueño. Un conocimiento profundo de estos mecanismos permitirá desarrollar intervenciones médicas y de enfermería orientadas a tratar, prevenir e incluso revertir los trastornos del sueño, reducir el riesgo de fragilidad y mejorar así la calidad de vida de la persona mayor.