Respuesta psicobiológica a la cooperación

  1. SARIÑANA GONZÁLEZ, PATRICIA
Dirigida por:
  1. Luís Moya Albiol Director
  2. Ángel Romero Martínez Codirector

Universidad de defensa: Universitat de València

Fecha de defensa: 21 de septiembre de 2017

Tribunal:
  1. Otilia Alicia Salvador Fernandez Montejo Presidente/a
  2. Pedro Montoya Jiménez Secretario/a
  3. Carlos María Gómez González Vocal
Departamento:
  1. PSICOBIOLOGIA

Tipo: Tesis

Teseo: 493609 DIALNET

Resumen

INTRODUCCIÓN GENERAL El ser humano es un ser social, por lo que necesita interaccionar con sus semejantes para garantizar su supervivencia. Es tanto así que empatiza (Moya-Albiol, 2014), forma vínculos a largo plazo (Mikulincer & Shaver, 2007), e incluso sacrifica sus propios intereses inmediatos para promover la seguridad y los intereses globales de los grupos y comunidades a los que pertenece (Arrow, 2007; Shinada et al., 2004). La competición y la cooperación son dos estrategias de interacción social que ayudan a alcanzar metas y objetivos individuales y/o compartidos. La primera de ellas implica que uno o más individuos lleven a cabo acciones dirigidas hacia el logro de un objetivo propio, confrontándose con otro individuo o grupo de la misma especie motivado por el mismo objetivo (Mazur, 1985). La cooperación pretende, fundamentalmente, aumentar la probabilidad de alcanzar un propósito o una meta común mediante la colaboración entre miembros no consanguíneos de la misma especie (Clutton-Brocky, 2009; Melis & Semman, 2010). La investigación en psicología social ha demostrado que en la competición los resultados del perceptor están inversamente relacionados con los de su oponente, mientras que en la cooperación los resultados del perceptor y su colaborador dependen de sus logros comunes (Vonk, 1998). No obstante, ambos tipos de interacción social implican predecir el comportamiento de los interlocutores sociales teniendo en cuenta su estado mental (Decety et al., 2004), así como la capacidad de guiar el pensamiento y la acción de acuerdo con las intenciones internas y las de los demás (Decety & Sommerville, 2003). Por lo tanto, requieren que el individuo posea las habilidades socio-cognitivas necesarias para interactuar de forma efectiva con su ambiente, ya que las alteraciones en alguno de los componentes de la empatía conllevarían que el individuo presente reacciones inesperadas y socialmente inadecuadas. Un importante número de estudios ha abordado el comportamiento competitivo desde una perspectiva psicobiológica, aunque la mayoría de ellos se han desarrollado en contextos deportivos (Salvador & Costa, 2009). Sin embargo, dichas investigaciones no están exentas de limitaciones que restringen la validez externa de los resultados. De hecho, las personas que practican deportes competitivos suelen estar en forma y, consecuentemente, serían fisiológicamente distintas de la población general. Se ha sugerido que el entrenamiento físico-aeróbico tiende a producir cambios en el equilibrio simpatico-vagal del nodo sinusal en los atletas de resistencia. Además, los atletas también presentan un perfil de variabilidad cardiaca y hormonal en reposo diferente en comparación con la población no deportista (Dong, 2016). Por lo tanto, cabe esperar que la respuesta psicobiológica de los/as deportistas a las tareas de laboratorio sean distintas respecto a la población general o no deportista. Este hecho justifica la importancia de analizar dicha respuesta en individuos no atléticos, incrementado de este modo la validez externa de los resultados. Además, un número reducido de investigaciones han analizado los efectos de la competición mediante tareas cognitivas de laboratorio como los juegos de tiempo de reacción, los de de azar, los videojuegos y las tareas aritméticas (Dickerson & Kemeny, 2004; Denson, Spanovic & Miller, 2009). Por ello, resulta necesario desarrollar protocolos de laboratorio más complejos que permitan profundizar en los mecanismos psicobiológicos que subyacen a este tipo de interacción social. Las estrategias cooperativas pueden ser interpretadas como adaptativas en ciertas situaciones, ya que todos los miembros implicados en las mismas aumentan la probabilidad de recibir un refuerzo común (Bergmüller & Taborsky, 2007; Kutschera, 2009). Aunque la cooperación está ampliamente extendida en las sociedades occidentales actuales, pocos estudios la han analizado en condiciones controladas de laboratorio (Fehl, van der Post & Semmann, 2011). En realidad, la mayor parte de la investigación sobre cooperación se ha relacionado con contextos educativos y organizacionales donde se han utilizado tareas que implican juicios éticos o dilemas morales, tales como el dilema del prisionero, los juegos de ultimátum y el efecto del castigo (Burton-Chellew & West, 2012; Gradin et al., 2015, 2016; Velez, Mahood, Ewoldsen & Moyer-Gusé, 2012). Otros estudios están analizado la cooperación empleando juegos estratégicos multijugador (Dulleck, Schaffner & Torgler, 2014; Fooken & Schaffner, 2016; Sütterlin, Herbert, Schmitt, Kübler & Vögele, 2011), pero ninguno de los estudios mencionados ha analizado los mecanismos psicobiológicos relacionados con la conducta cooperativa. A la vista de lo expuesto, la investigación de ambos tipos de interacción social en el laboratorio permitiría incrementar la comprensión de estos mecanismos, dado que permiten manipular la situación y controlar los efectos de determinadas variables relevantes para dichas interacciones sociales. En el momento actual no hay un conocimiento concluyente de las bases psicobiológicas de la competición y la cooperación, y son pocos los estudios que han investigado las respuestas del sistema nervioso autónomo (SNA) y del sistema endocrino (SE) a ambos tipos de interacción social en humanos, bajo condiciones controladas de laboratorio. El sistema cardiovascular forma parte del SNA, y se encuentra en continua conexión con el SE (Gordan, Gwathmey & Xie, 2015). El modelo de integración neurovisceral y la teoría polivagal enfatizan el papel que desempeña el SNA en la regulación del gasto cardíaco para fomentar o desalentar el compromiso social y los comportamientos prosociales. Una forma de estudiar los cambios psicobiológicos a estas interacciones sociales es mediante el uso de medidas no invasivas que pueden ser consideradas índices de estimulación y regulación emocional, como la actividad electrodérmica (AED), la frecuencia cardiaca (FC) y la variabilidad cardiaca (VC) para el SNA, y los niveles de cortisol salivar (Csal) para el eje hipotalámico-hipófiso-suprarrenal (HHA) del SE. Se cree que la incapacidad de regular la actividad autonómica durante las interacciones sociales sería un correlato psicobiológico de la desregulación emocional, cuya interacción es recíproca (Appelhans & Luecken, 2006; Quintana, Guastella, Outhred, Hickie & Kemp, 2012; Shaffer, McCraty & Zerr, 2014). Por lo tanto, deben ser contemplados los cambios en el estado de ánimo y las emociones ante este tipo de interacciones sociales, dado que pueden modular la respuesta del SNA y el SE ante dichas estrategias de interacción social y además, verse afectados por estos tipos de interacción. Según se ha descrito, la competición provoca una mayor reactividad cardiovascular que la cooperación (Harrison et al., 2001) o que realizar una tarea de forma individual (Veldhuijzen van Zanten et al., 2002). Además, los niveles de Csal tienden a incrementar tras competir en el ajedrez japonés (Hasegawa et al., 2008) o tras jugar a cartas y a un videojuego multijugador (Oxford et al., 2010). También parece que los incrementos en la actividad cardiovascular durante las tareas competitivas se relacionaría con el aumento de la ira (García-León, Reyes del Paso, Robles & Vila, 2003). Y, a su vez, los sentimientos de ira previos a la competición tenderían a facilitar la competición y a limitar la cooperación (Harth & Regner, 2016; Van Doorn, Heerdink & Van Kleef, 2012). Contrariamente, la cooperación en sí misma también es capaz generar cambios psicobiológicos en los individuos. En realidad, se ha descrito un incremento progresivo de la FC y la AED tras recibir las instrucciones para cooperar, y una disminución significativa tras finalizar la tarea (Moya-Albiol et al., 2013). Para poder comprender mejor los cambios psicobiológicos en las tareas de laboratorio, tienen que ser tenidas en cuenta dos variables como el resultado de la interacción social (positivo/negativo en el caso de la cooperación o victoria/pérdida en la competición) y el género de los participantes, puesto que han demostrado desempeñar un papel relevante en la modulación dela respuesta psicobiológica en tareas de laboratorio. De hecho, las personas que ganan muestran un aumento de la FC durante la competición, mientras que en las que pierden la FC tiende a ser más baja durante la tarea competitiva (Ricarte et al., 2001). Adicionalmente, ganar tiende a producir una gama de resultados emocionales agradables, incluyendo una reducción en los sentimientos de ira, mientras que perder conlleva cambios emocionales desagradables que incluyen aumentos en dichos sentimientos (Wilson & Kerr, 1999). Un estudio en mujeres mostró que las ganadoras tienen baja ansiedad estado y alto locus interno de control tras la competición, mientras que las perdedoras muestran alta ansiedad y alto locus de control externo (Costa & Salvador, 2012). A pesar de que se haya sugerido que el hecho de perder (el resultado obtenido) tiene un efecto activador en la actividad del eje HHA, ya que los individuos perciben que la situación como incontrolable (obviamente en función del locus de control) (Salvador & Costa, 2009), no se han observado diferencias en los niveles de Csal entre ganadores y perdedores en tareas de laboratorio competitivas (Costa & Salvador, 2012; Hasegawa et al., 2008). Por lo que se refiere a la cooperación, los cambios en la actividad cardiovascular no parecen relacionarse con el resultado y el género, pero sí que se han hallado cambios en la actividad electrodérmica, a nivel del SE y del estado de ánimo. De hecho, los participantes que obtuvieron un resultado positivo mostraron menores niveles de Csal que los que obtuvieron un resultado negativo (Moya-Albiol et al., 2013; de Andrés et al., 2011). En relación con el género de los participantes, los hombres tienden a presentar mayor AED general y menores niveles de Csal que las mujeres durante la cooperación (Moya-Albiol et al., 2013). Además, los sentimientos de ira tienden a aumentar más en hombres que en mujeres tras obtener un resultado negativo (Moya-Albiol et al., 2013). Por otra parte, los participantes con resultados positivos en una situación de cooperación se han mostrado más satisfechos con el resultado obtenido y en un estado de ánimo menos negativo (tensión e ira) que aquellos con resultados negativos. Asimismo, los hombres con resultados positivos muestran una mayor satisfacción que los hombres o las mujeres con resultados negativos y menor humor negativo (depresión) que los hombres con resultados negativos (Moya-Albiol et al., 2013). Por lo tanto, tanto la competición como la cooperación producen una activación psicofisiológica, aunque de forma diversa, estando influenciada por factores como el resultado de la interacción social y el género de los participantes. El éxito en las interacciones sociales estratégicas a menudo requiere una comprensión de las motivaciones, sentimientos, pensamientos y comportamientos probables del oponente y/o compañero con el que cooperar. De hecho, la empatía cognitiva (capacidad de adoptar espontáneamente el punto de vista de otro) promueve el éxito en situaciones estratégicas competitivas y cooperativas, mientras que la empatía emocional (capacidad de conectar emocionalmente con los demás y experimentar preocupación) facilita la formación de coaliciones (Motomura et al., 2015; Moya-Albiol, 2014; Gilin, Maddux Carpenter & Galinsky, 2013). La evidencia sugiere que las personas cooperativas se preocupan por los demás, y son desinteresadas y provechosas (Moya-Albiol, 2014). Asimismo, tienden a cooperar de forma natural en lugar de competir (Suchak et al., 2016; Proto & Rustichini, 2013). De dicha interacción social derivan un amplio repertorio de emociones y cambios de estado de ánimo, esenciales para superar las demandas ambientales, así como para facilitar las estrategias de afrontamiento adaptativas (Bos, Jentgens, Beckers & Kindt, 2013; Frijda, 1988; Lazarus, 1991). Considerando todo lo expuesto hasta el momento, los principales objetivos e hipótesis de la presente Tesis Doctoral son los siguientes: 1. Explorar los cambios cardiovasculares (FC y VC) y los sentimientos de ira en un grupo de jóvenes sanos en función del tipo de interacción social realizada (competición o cooperación) o realizar la tarea de laboratorio de forma individual. Además, se analizará el papel desempeñado por el resultado obtenido en la interacción (positivo/negativo en el caso de la cooperación o victoria/pérdida en la competición) y el género de los participantes. Esperamos hallar que los participantes que compitan o cooperen y obtengan un resultado positivo en la cooperación o ganen presenten una mayor reactividad cardiovascular y una disminución de los sentimientos de ira que aquellos que compitan y obtengan un resultado negativo o pierdan (Costa & Salvador, 2012; Moya-Albiol et al., 2013; Ricarte et al., 2001; Salvador & Costa, 2009; de Andrés-García et al., 2011). En segundo lugar, esperamos que las mujeres que compitan y obtengan un resultado positivo presenten mayor reactividad cardiovascular y menores sentimiento de ira que aquellas que compitan y obtengan un resultado negativo (Costa & Salvador, 2012). 2. Analizar la respuesta electrodérmica y el estado de ánimo a los dos tipos de situaciones de interacción social (cooperación o competición) o a la tarea simple o individual, en función del resultado obtenido y el género de los participantes. Esperamos hallar que en ambas interacciones sociales los participantes (con independencia del género) que obtengan un resultado positivo o ganen presentarán mayor activación electrodérmica y una mejora del estado de ánimo que los que obtengan un resultado negativo (Moya-Albiol et al., 2013; Costa & Salvador, 2012). Además, los hombres presentarán mayor AED que las mujeres, específicamente, en la tarea cooperativa (Moya-Albiol et al., 2013). 3. Dilucidar qué tipo de interacción social (cooperativa o competitiva) es más estresante para los participantes (evaluado mediante los cambios en Csal y ansiedad estado), frente a una condición de control (realizar la tarea sin competir o cooperar). Considerando las publicaciones realizadas hasta el momento hipotetizamos que los participantes que compitan o cooperen y obtengan un resultado negativo tendrán mayores niveles de Csal y ansiedad que aquellos que obtengan un resultado positivo (Costa & Salvador, 2012; de Andrés-García et al., 2011; Moya-Albiol et al., 2013). Además, los hombres que cooperen y obtengan un resultado positivo mostrarán menores niveles de Csal y ansiedad que las mujeres que cooperen y obtengan un resultado negativo (Moya-Albiol et al., 2013). 4. Explorar cómo la empatía y la cooperatividad como rasgo podrían explicar la respuesta del Csal, en diadas de personas desconocidas forzadas a competir o cooperaren un contexto de laboratorio. Por las propias características de las estrategias sociales analizadas, es necesario un alto nivel de comprensión de las inclinaciones tácticas y los pensamientos propios y de los demás (Butler, 2014; Cesarini, Johannesson, Lichtenstein, Sandewall & Wallace, 2008). Debido a ello, se espera observar que el aumento de los niveles de Csal esté inversamente relacionado con los niveles empatía (cognitiva y emocional). Además, ya que las personas cooperativas prefieren emplear esta estrategia en lugar de competir para resolver los problemas (Suchak et al., 2016; Proto & Rustichini, 2013), el hecho de ser forzado/a a competir podría experimentarse como estresante. De este modo, la cooperatividad rasgo se asociará con menores niveles de Csal cuando se fuerce a cooperar. De este modo, una baja cooperatividad no provocará incrementos en los niveles de Csal en la competición, pero sí en el caso de aquellos/as que se vean forzados a cooperar. DISCUSIÓN GENERAL A partir de los resultados de la presente Tesis Doctoral se podría concluir que el tipo de interacción social y las respuestas emocionales que le acompañan llevan asociados cambios psicobiológicos. En concreto, las situaciones cooperativas parecen resultar más activadoras del SNA y el SE que la competición o la realización de una tarea en la que no se produce ninguna interacción social. En lo referente al primer objetivo de esta Tesis Doctoral, que trataba de explorar los cambios cardiovasculares (FC y VC) y los sentimientos de ira en un grupo de jóvenes sanos en función del tipo de interacción social realizada (competición o cooperación) o realizar la tarea de laboratorio de forma individual. Se observó una mayor FC y menor activación del sistema nervioso periférico (SNP) en los participantes que cooperaron en comparación con aquellos que compitieron o realizaron la tarea de laboratorio a solas sin ningún tipo de interacción social. Nuestros resultados apoyan parcialmente nuestra hipótesis inicial, puesto que esperábamos que la mayor activación cardiovascular se diese en las interacciones sociales (competición y cooperación) en comparación con la tarea sin interacción social, y no solo en la cooperación frente al resto de condiciones. Se ha hipotetizado que la cooperación entre extraños podría ser más estresante (como lo demuestran un mayor aumento de los niveles de cortisol) en comparación con la competición ante extraños/as o el trabajo individual. De esta perspectiva, la cooperación entre extraños podría considerarse una amenaza social de evaluación. Este último es un componente clave del estrés mental y un generador potente de emociones con connotación negativa que tienden a incrementar la FC (Eisenbarth, Chang & Wager, 2016; Thayer, Ahs, Fredrikson & Sollers, 2012; Wager et al., 2009). Por otro lado, estudios recientes han demostrado que un aumento en la sincronía de FC se ha asociado con la afiliación, la relación y una mejora en la dinámica de grupo mediante el fortalecimiento del apego social entre sus miembros (Mitkidis et al., 2015; Wiltermuth & Heath, 2009). El primer objetivo de la presente tesis doctoral también pretendía analizar el papel desempeñado por el resultado obtenido en la interacción (positiva/negativa en el caso de la cooperación o victoria/pérdida en la competición) y el género de los participantes en la respuesta cardiovascular y de la ira. Hipotetizamos que los individuos (con independencia del género) que ganaran u obtuvieran un resultado positivo tendrían mayor activación cardiovascular y una disminución de los sentimientos de ira frente a los que perdieran u obtuvieran un resultado negativo. No obstante, nuestros resultados nos permitieron concluir que, solo los hombres que cooperaron y obtuvieron un resultado negativo mostraron una mayor activación cardiovascular (menor HF) que aquellos que realizaron la tarea de forma individual y obtuvieron dicho resultado. En contra de lo esperado, el resultado no pareció afectar a los sentimientos de ira, sino que el género fue la variable que pareció desempeñar un rol importante en relación con dichos sentimientos. De hecho, los hombres experimentaron mayores sentimientos de ira, específicamente los hombres que realizaron la tarea de forma individual. Con respecto al segundo objetivo, se trataba de analizar la respuesta electrodérmica y el estado de ánimo a los dos tipos de situaciones de interacción social (cooperación o competición) o a la tarea realizada de forma individual, en función del resultado obtenido y el género de los participantes. De hecho, esperábamos hallar que aquellos participantes que compitieran o cooperaran (con independencia del género) y que ganaran u obtuvieran un resultado positivo presentarían mayor AED y una mejora del estado de ánimo en comparación con los que perdieran u obtuvieran un resultado negativo (Costa & Salvador, 2012; Moya-Albiol et al., 2013). En primer lugar, hallamos que con independencia del género de los/as participantes y del resultado obtenido, el tipo de interacción social que mayor activación electrodérmica provocó fue la cooperación. En relación con el género, los hombres que compitieron presentaron una menor AED que los hombres que cooperaron o realizaron la tarea simple. Además, en el caso de las mujeres, aquellas que cooperaron mostraron una AED menor que las mujeres que compitieron y que los hombres que cooperaron. Por último, cuando el resultado fue negativo los participantes presentaron un empeoramiento del estado de ánimo (con independencia del tipo de tarea), siendo este empeoramiento especialmente acusado en el caso de las mujeres. Por todo ello, nuestros resultados apoyan parcialmente las hipótesis planteadas, ya que la cooperación fue el tipo de interacción social que mayor activación electrodérmica provocó. Además, la cooperación provoca una mayor activación electrodérmia en los hombres, mientras que competición lo hace en mujeres. Sin embargo, el resultado obtenido no pareció relacionarse con los cambios experimentados en la actividad electrodérmica, aunque sí que se relacionaron de la forma esperada con el estado de ánimo, puesto que el empeoramiento del estado de ánimo se produjo en los que perdieron u obtuvieron un resultado negativo. La mayor activación emocional tras la cooperación puede deberse al hecho de que este tipo de interacción social requiere la colaboración con otros individuos, ya que no es un comportamiento individual y el resultado depende de la contribución de los dos individuos involucrados en la misma, a diferencia de la competición y de la tarea de control utilizada en este estudio, cuyos resultado dependen de uno/a mismo/a. A su vez, la cooperación se basa en una gama de características y habilidades que incluyen la confianza, el altruismo, el contagio emocional y la empatía. Estas habilidades, poco estudiadas desde un punto de vista psicobiológico, tienden a ser menos demandadas en las sociedades actuales, donde se apuesta por otros valores como la competición, la eficiencia, el egocentrismo y, en general, la ética del mercado y del consumismo. Nuestros resultados podrían estar indicando que el hecho de tener que cooperar con otro individuo para lograr una meta u objetivo, desencadena un proceso afectivo o emocional más fuerte. El tercer objetivo consistía en dilucidar qué tipo de interacción social (cooperativa o competitiva) es más estresante para los participantes (evaluado mediante los cambios en Csal y ansiedad estado), frente a una condición de control (realizar la tarea sin competir o cooperar). Hipotetizamos que los participantes que compitieran o cooperaran y obtuvieran un resultado negativo tendrían mayores niveles de Csal y ansiedad que aquellos que obtuvieran un resultado positivo (Costa & Salvador, 2012; de Andrés-García et al., 2011; Moya-Albiol et al., 2013). Además, los hombres que cooperaran y obtuvieran un resultado positivo mostrarían menores niveles de Csal y ansiedad que las mujeres que cooperasen y obtuvieran un resultado negativo (Moya-Albiol et al., 2013). Nuestros resultados apoyan parcialmente los estudios previos. De hecho, encontramos que únicamente los participantes que cooperaron y obtuvieron un resultado negativo tuvieron niveles de Csal más altos que los de los participantes que trabajaban de forma aislada. Además, las mujeres que cooperaron y obtuvieron un resultado negativo mostraron los niveles de ansiedad más altos. Por lo tanto, nuestro estudio sugiere que la cooperación entre extraños es el tipo de tarea más estresante, al menos en comparación con la competición o la tarea sin interacción social para realizar una tarea en un laboratorio. En consonancia con esto, estudios anteriores han establecido que el conocimiento de antecedentes sobre el socio permite a los individuos participar en la cooperación y en beneficio de los demás. Entre extraños, la falta de información sobre la reputación de los demás (basada en sus acciones pasadas) parece limitar la cooperación, reforzándose el comportamiento cooperativo al proporcionar información sobre las acciones de los socios en el pasado inmediato (Balliet, Wu & De Dreu, 2014; Bolton, Katoka & Ockenfelsb, 2005; De Dreu, 2012). Junto a ello, se ha planteado la hipótesis de que el aumento en los niveles de Csal inducidas por el estrés están inversamente relacionadas con los niveles de confianza interpersonal (Cesarini et al., 2008). Es decir, la familiaridad y la confianza son los principales impulsores de la categorización social, y los familiares son más propensos a ser categorizados como miembros del grupo (un grupo de personas que comparten intereses y actitudes similares, que producen sentimientos de solidaridad, comunidad y exclusividad), mientras que los desconocidos, podrían clasificarse como fuera del grupo (personas ajenas al propio grupo) (Mateo, 2004). Teniendo todo ello en cuenta, futuros estudios interesados en analizar los correlatos hormonales y psicofisiológicos de las interacciones sociales deberían considerar la familiaridad y/o confianza vs no familiaridad y/o ausencia de confianza junto con el resto de variables analizadas en la presente tesis doctoral. En cuanto al cuarto objetivo, se trataba de explorar cómo la empatía y la cooperación como rasgo podrían explicar la respuesta del Csal, en diadas de personas desconocidas forzadas a competir o cooperar en un contexto de laboratorio. Nuestros datos demuestran que el hecho de ser forzado a cooperar con un extraño, pero no a competir con él/ella, es percibido como estresante para aquellos individuos con poca empatía y cooperación rasgo. Estos resultados son consistentes con una investigación previa que demostró que los altos niveles de empatía ayudan a los individuos a cooperar (Rumble, Van Lange & Parks, 2010). La falta de las habilidades socio-cognitivas adecuadas en la tarea de cooperación puede ser estresante debido a que la comunicación entre los participantes se limita a sus expresiones faciales. Para ello, los participantes necesitan un avanzado sistema empático que les permita comprender rápida y automáticamente el pensamiento de otra persona, y que facilite las interacciones exitosas. Además, como el resultado de la cooperación depende de la construcción de la coalición, la sensación de incontrolabilidad y la amenaza social-evaluativa, que podrían ser mayores que en la competencia, cuyo resultado depende del yo. Tal y como se ha indicado la empatía cognitiva desarrolla un papel fundamental en las situaciones competitivas (Gilin, Maddux, Carpenter & Galinsky, 2013). Sin embargo, nuestros datos no revelaron un efecto significativo de la empatía en la respuesta Csal a la tarea competitiva. Por lo tanto, en caso de la competición entre individuos, al menos en este tipo de tarea, no parece tan necesario tener un sistema socio-cognitivo desarrollado, ya que no hace falta coordinarse con otra persona, proceso que reviste una alta complejidad. Una explicación alternativa a nuestros hallazgos podríamos basarla en el instrumento empleado para evaluar la empatía, ya que no distingue entre empatía cognitiva y emocional, mientras que en el estudio anteriormente comentado se utilizó un cuestionario que diferencia ambos componentes de la empatía. Finalmente, podemos concluir que el contexto del laboratorio proporciona un modelo válido para analizar la competición y la cooperación en humanos, puesto que permite controlar el tipo de tarea y el resultado obtenido. Este enfoque minimiza los posibles efectos del estrés de una situación novedosa y de la deseabilidad social en el SNA y en la respuesta de ira (de Andrés et al., 2011; Moya-Albiol et al., 2013; Sariñana-González, Romero-Martínez & Moya-Albiol, 2016). Además, la tarea de construcción de casas de Lego© ha demostrado ser válida para provocar cambios psicobiológicos en los participantes, en concreto cambios en la activación del SNA, del SE y del estado de ánimo. Cabe destacar, además, que la tarea de construcción de casas Lego© ha sido validada en los estudios previos realizados por nuestro equipo de investigación, lo que refuerza la validez ecológica de nuestros hallazgos (de Andrés et al., 2011; Moya-Albiol et al., 2013). Por último, debemos subrayar que hallamos que los niveles más bajos de activación psicobiológica se produjeron en los/as participantes que trabajaron de forma aislada (sin competir o cooperar), lo que indica que los resultados significativos no son atribuibles al hecho de que la tarea de construcción de Lego por si sola activa a los participantes emocionalmente. Asimismo, como sugieren Moya-Albiol y cols. (2013), la complejidad de la tarea requiere un alto nivel de participación, siendo necesario unir esfuerzos para desempeñarse bien en el caso de la tarea cooperativa. Aunque la presente Tesis Doctoral hace una valiosa contribución a la comprensión de los correlatos psicobiológicos de las estrategias de interacción social, deben tenerse en cuenta algunas limitaciones a la hora de interpretar los resultados obtenidos. En primer lugar, debemos ser conscientes de la dificultad de comparar las condiciones experimentales de laboratorio con las condiciones reales que se producen en la vida cotidiana. Creemos que las primeras tienden a reducir los efectos potenciales de la tensión relacionada con una nueva situación y deseabilidad social en el SNA, el SE y las respuestas emocionales (Moya-Albiol et al., 2013; Thunholm, 2008). Sin embargo, el hecho de que la tarea haya sido validada en dos estudios previos fortalece, tal y como hemos enunciado previamente, la validez ecológica de nuestros hallazgos. Por otra parte, nuestros estudios son de naturaleza transversal y correlacional, lo que hace difícil establecer la causalidad en los resultados, de modo que las diferencias individuales pueden enmascarar otros efectos evaluados en un solo momento de la vida. Por otra parte, es importante remarcar su carácter marginal y exploratorio, como en otros trabajos recientes que han investigado las diferencias individuales en la explicación de la relación entre competición/cooperación y Csal (Wirth, Welsh & Schultheiss, 2006). Otra posible limitación de esta investigación es el hecho de que sólo se ha considerado una población normativa joven y únicamente se han analizado dos tipos de interacción social frente a realizar la tarea de forma individual. Aunque nuestro estudio hace una valiosa contribución a la comprensión de los correlatos hormonales de las estrategias de interacción social, algunas limitaciones del estudio deben tenerse en cuenta al interpretar los resultados. En primer lugar, su naturaleza transversal y correlacional hace difícil establecer la causalidad en los resultados. En segundo lugar, nuestros datos se derivaron de poblaciones jóvenes y no psiquiátricas. Sería interesante incluir en futuros estudios otras poblaciones más o menos predispuestas a utilizar una de las estrategias de interacción social consideradas (cooperación o competencia) en la vida cotidiana. Por ejemplo, la competición y la cooperación pueden servir como modelos de laboratorio para el análisis de los cambios psicobiológicos que ocurren durante las situaciones de confrontación y/o violentos y durante el altruismo y la empatía. Además, investigaciones futuras que analizan el tipo de variables psicobiológicas que hemos analizado podrían considerar el uso de dos participantes trabajando en paralelo, en lugar de un solo participante trabajando solo sin interacción social, al igual que incluir variables adicionales. A modo de ejemplo, indicar que no han medido los niveles de testosterona, mientras que estudios recientes sugieren que los niveles de esta hormona están involucrados en el comportamiento prosocial, tales como las tareas cooperativas que están relacionadas con la búsqueda del estatus (Eisenegger, Haushofer & Fehr, 2011; Liening & Josephs, 2010; Reimers & Diekhof, 2013; Smeets-Janssen et al., 2015; van Honk et al., 2012). Por otra parte, la actividad del eje HHA tiende a mostrar una relación inversa y recíproca con el eje hipotálamo-hipófisis-gonadal y su producto final, a saber, la T (Romero-Martínez, Lila, González-Bono & Moya-Albiol, 2013; Romero-Martínez & Moya-Albiol, 2016). Por lo tanto, la investigación futura debe intentar replicar nuestros hallazgos en una muestra más numerosa e incluir otras variables como los niveles de testosterona y de oxitocina, hormona que promueve el comportamiento altruista y cooperativo en seres humanos (Bos et al., 2013; De Dreu, 2012; Takahashi et al., 2005). Algunos estudios han comenzado a asociar la violencia y, en consecuencia, la competición con la actividad y las respuestas del sistema inmunológico (Romero-Martínez, Lila, Conchell, González-Bono & Moya-Albiol, 2014), por lo que podría contemplarse incluir algunas mediciones del mismo. Todo ello proporcionaría una visión más completa de la respuesta psicobiológica a la cooperación y a la competición. Además, debemos explorar con más detalle el papel de las variables que pueden tener un efecto moderador sobre la cooperación, como el resultado obtenido, la satisfacción alcanzada y el género y la edad de los participantes. Con respecto a la última de estas variables, hasta la fecha, ningún estudio ha investigado si la edad tiene un impacto en la cooperación, siendo posible que el nivel de madurez o de formación pueda influir en las respuestas. Para concluir, el estudio de la interacción social utilizando marcadores psicobiológicos puede mejorar nuestra comprensión de la activación emocional, y podría ser posible extrapolar los hallazgos a otras situaciones en las que la negociación, la mediación y las estrategias de cooperación son relevantes para tomar decisiones y/o resolver problemas. Nuestra investigación apuntó que las habilidades socio-cognitivas pobres pueden interferir en la construcción de la coalición y dificultar la confianza entre extraños. El resultado obtenido y el género de los participantes son importantes moderadores en las respuestas psicobiológicas a la cooperación. Además, la investigación en este campo nos ayudaría a comprender en mayor profundidad las respuestas psicobiológicas ante diferentes tipos de interacción social, tales como la cooperación y la competición, proporcionando una oportunidad para establecer estrategias de interacción que promoverían el bienestar psicobiológico a largo plazo. 6.2. PRINCIPALES CONCLUSIONES A partir de los resultados de esta Tesis Doctoral, podemos concluir que: 1. La tarea diseñada y empleada en esta investigación ha mostrado ser válida para evaluar la respuesta psicobiológica (hormonal, electrodérmica y cardiovascular) a las interacciones sociales analizadas. 2. La cooperación en condiciones de laboratorio produce una mayor actividad cardiovascular y electrodérmica que la competición o la realización de esa misma tarea sin interacción social. 3. Dos factores moduladores significativos de la respuesta psicobiológica a las interacciones sociales son el resultado obtenido en la interacción social (positivo/negativo en el caso de la cooperación o victoria/pérdida en la competición) y el género de los participantes. 4. El fracaso en la cooperación conlleva un incremento de los niveles de Csal en ambos géneros y una alta activación cardiovascular y electrodérmica en el caso de los hombres. 5. La cooperación lleva asociada una mayor ansiedad y tensión emocional, siendo más notoria en las mujeres que fracasan como resultado de la misma. 6. La cooperación entre extraños resulta más estresante (mayores niveles de Csal) que la competición o la tarea de laboratorio sin interacción social para aquellos participantes menos empáticos y cooperativos. 7. La realización de más estudios de laboratorio que incluyen medidas psicobiológicas adicionales facilitaría la compresión de los mecanismos psicobiológicos que subyacen a las interacciones sociales. 8. Los resultados de esta tesis doctoral podrían extrapolarse a situaciones en las que la negociación, la mediación y las estrategias de cooperación son relevantes para la toma de decisiones y/o la resolución de problemas.