Programa de ejercicio multicomponente para prevenir la fragilidad, y para la mejora cognitiva, emocional y social en ancianos frágiles

  1. Cabo Plaza, Helena Pilar
Dirigida por:
  1. Francisco José Tarazona Santabalbina Director/a
  2. María Carmen Gómez Cabrera Codirectora

Universidad de defensa: Universitat de València

Fecha de defensa: 21 de marzo de 2018

Tribunal:
  1. Juan Vicente Sánchez Andrés Presidente/a
  2. Gloria Olaso Secretario/a
  3. Sebastià J. Santaeugenia González Vocal
Departamento:
  1. FISIOLOGIA

Tipo: Tesis

Teseo: 544722 DIALNET

Resumen

La población española, al igual que la occidental, ha experimentado un progresivo envejecimiento en las últimas décadas. Este fenómeno demográfico se debe principalmente a un aumento significativo de la esperanza de vida y a una disminución importante de la fecundidad. De este modo, las previsiones epidemiológicas sitúan la población mayor de 65 años para el año 2050 en un porcentaje superior al 30%, lo que supone más de 2000 millones de personas mayores a nivel mundial. El envejecimiento supone un reto para los sistemas de salud actuales ya que la población mayor de 65 años contribuye, en un porcentaje muy significativo, al gasto sanitario. A medida que la expectativa de vida aumenta, también lo hacen las enfermedades asociadas al envejecimiento. Tras años intentando mejorar la expectativa de vida debemos centrar nuestros esfuerzos en alargar la calidad de vida. Se considera que la expresión más problemática del envejecimiento poblacional es la condición clínica de la fragilidad ya que una parte importante del colectivo de personas mayores presenta criterios de fragilidad. Aproximadamente, un cuarto de las personas mayores de 85 años se estima que son frágiles. La fragilidad es un síndrome geriátrico caracterizado por un aumento de la vulnerabilidad a las agresiones externas, como resultado de una alteración de las reservas fisiológicas de múltiples sistemas, lo cual origina dificultades para mantener la homeostasis. El síndrome de fragilidad cursa con una disminución de la masa magra, fuerza muscular, resistencia, velocidad de la marcha, así como de la actividad física. La fragilidad dificulta la adaptación del anciano a su entorno e incrementa su vulnerabilidad a traumas y/o enfermedades agudas. El incremento de esta vulnerabilidad contribuye al aumento de la incidencia de caídas y del riesgo de discapacidad, institucionalización, hospitalización y muerte. La evidencia de la importancia de la fragilidad en ancianos deriva de un influyente estudio prospectivo de diez años de duración realizado en América. La principal causa de muerte en este estudio fue la fragilidad (28%); el resto fue el fallo orgánico (21%), el cáncer (19%), la demencia (14%), así como otras causas (15%). El papel de la fragilidad como predictora de muerte y, lo que es incluso más importante, de discapacidad, es la que otorga a este síndrome un papel fundamental en la investigación tanto básica como clínica. En geriatría se considera que la discapacidad empeora la calidad de vida del paciente mucho más que la enfermedad. Además, se sabe que la mayor parte del gasto sanitario se emplea en atender a la discapacidad ya que ésta, eventualmente, desemboca en dependencia. En el estudio ESTHER de cohortes, publicado en el año 2016, en el que se establece la asociación entre fragilidad y coste sanitario, se concluye que la fragilidad está asociada a un aumento significativo del mismo. El coste medio anual de un paciente frágil es de 3.600 €, mientras que el gasto en el paciente robusto (no frágil) es de 650€. Estos datos demuestran la importancia clínica de la fragilidad y la necesidad de desarrollar programas de intervención para prevenirla o revertirla. Tal y como hemos comentado, la identificación del adulto mayor frágil es de suma importancia porque este estado funcional antecede al de dependencia y sobre él se puede intervenir para retrasar dicha transición. El estado de dependencia tiene consecuencias muy negativas sobre la calidad de vida de sujeto y, de nuevo, sobre el sistema sanitario pues el coste por paciente se multiplica por cuatro cuando el nivel de dependencia de una persona pasa de ser leve a muy grave (14.200€) y este gasto se mantiene hasta la muerte del sujeto. Por este motivo, el desarrollo de intervenciones para reducir la prevalencia o severidad de la fragilidad va a reportar importantes beneficios tanto para el individuo y sus familiares como para la sociedad. Se hace necesario, por tanto, diagnosticar las situaciones que preceden a la discapacidad para posibilitar una intervención temprana sobre la misma. Los criterios de fragilidad más utilizados son los definidos por Linda Fried: pérdida involuntaria de peso en el último año, sentimiento de agotamiento general referido por el propio paciente, lentitud de la marcha, bajo nivel de actividad física y disminución de la fuerza de agarre. Por otra parte, la fragilidad está relacionada con biomarcadores del sistema neuroendocrino, inmunológico, cardiovascular, músculo-esquelético y metabólico. La fragilidad identifica un subgrupo de alto riesgo y ofrece un valor predictivo mayor que la enfermedad crónica para los resultados adversos a edades avanzadas. Muy importante, la fragilidad es reversible en las etapas iniciales. Un individuo frágil puede llegar a ser robusto (no frágil) si se detecta la fragilidad y se trata en la aparición. Hay estudios que exploran los beneficios del ejercicio en adultos mayores frágiles, pero las recomendaciones sobre el diseño apropiado de