La propuesta liberal de Martín Diego FarrellEl conflicto entre ética y política
- DIAZ SEIJAS, RAQUEL
- Esperanza Guisán Seijas Director
Universidade de defensa: Universidade de Santiago de Compostela
Fecha de defensa: 11 de xullo de 2011
- José Montoya Presidente/a
- José L. Tasset Secretario/a
- Manuel Escamilla Castillo Vogal
- María Pilar González Altable Vogal
- Francisco Javier Gil Martín Vogal
Tipo: Tese
Resumo
RESUMEN DE TESIS DOCTORAL: LA PROPUESTA LIBERAL DE MARTÍN DIEGO FARRELL: EL CONFLICTO ENTRE ÉTICA Y POLÍTICA. Doctoranda: Raquel Díaz Seijas Directora: Catedrática Emérita de Ética, Profesora Esperanza Guisán. Las dos dimensiones en que hemos estructurado este desarrollo de la propuesta liberal de Farrell - ética y política -, nos han permitido alcanzar una justificación de la afirmación que constituye el objetivo de la presente tesis doctoral y lo que a todas luces constituye la paradoja central del pensamiento de Martín D. Farrell y en general de buena parte del actual pensamiento político liberal: este autor deja atrás el utilitarismo clásico como fundamento del liberalismo, para defender un liberalismo de la pura neutralidad, que acaba derivando clara y simplemente hacia un puro liberalismo economicista de mercado que acaba abandonando, no sólo el utilitarismo ético como constructo de fundamentación moral, sino también las propias raíces políticas del liberalismo ilustrado, mucho más centrado en los derechos civiles individuales que el actual neoliberalismo. La defensa de la propuesta liberal de Martín D. Farrell encierra, así pues, una renuncia a la ética y al compromiso político con algún modelo, por abierto que sea, de virtud moral como base de la definición de la ciudadanía política. La opción por la política en el liberalismo acaba siendo, pues, un distanciamiento sin vuelta atrás respecto de la ética como empresa racional. Sentado este resultado teórico fundamental deL trabajo, trataré de resumir todos aquellos puntos importantes que, al analizar el pensamiento liberal del profesor Farrell, se aglutinan en torno al conflicto entre ética y política; y en segundo lugar, haré una aportación libre y crítica sobre su pensamiento, indicando el camino a seguir desde un posicionamiento claramente ético, y no sólo político. He abordado el concepto del principio de utilidad utilizado por el profesor Farrell, así como el concepto de consecuencialismo, explicando cómo su concepción del principio de utilidad rechaza las versiones del utilitarismo negativo, utilitarismo no maximizador y utilitarismo selectivo, esclareciendo las causas por las que estos modelos no pueden ser consideradas teorías utilitaristas. Farrell ha ubicado al deontologismo como la teoría que describe adecuadamente la función judicial, dedicándole al consecuencialismo un papel residual. En un sistema jurídico pluralista, donde hay una jerarquía de los derechos constitucionales mismos, cuando estos no pueden ser satisfechos simultáneamente, los derechos son prima facie. Cuando los derechos entran en conflicto y son de igual jerarquía, quién debe decidir qué derecho desplazará al otro, es el mismo juez. Y en casos extremos, ante la gravedad de las consecuencias que se seguirían del respeto del derecho, ese derecho debe ceder ante consideraciones de utilidad. Eran estos sus primeros estudios, en los cuales Farrell, recurría al bien conocido derecho a igual consideración y respeto introducido por Dworkin, para asignarle el carácter de derecho prima facie. Al tener ese carácter, el derecho en cuestión podía ser desplazado en ciertos casos por consideraciones de utilidad, esto es, por el cálculo de consecuencias. Ahora bien, no podía ser siempre desplazado, todo dependía de las alternativas disponibles; de haber una alternativa disponible que permitiera que el derecho fuera respetado, aún a costa de la pérdida de un cierto grado de utilidad, entonces el derecho prevalecía. En cambio, si para evitar consecuencias desastrosas no había más alternativa disponible que violar ese derecho, el cálculo de utilidad prevalecía frente al derecho en cuestión. Tanto para Farrell como para Brandt, los derechos prima facie nos libran por una parte, del absolutismo del derecho; y por la otra, del relativismo. Los derechos prima facie dan sensatez al utilitarismo y al liberalismo. Sin embargo, esta teoría que hemos visto defendida por Farrell en la primera parte expositiva de la tesis, y en sus primeros ensayos, pierde toda su validez cuando al estudiar su filosofía política, vemos que en la ponderación de los jueces, pesa tanto la competencia y el valor del mercado, como cualquier criterio racional; siendo a veces razonable, desde su punto de vista, seguir lo que dicte el mercado. Después de esto, abordé la crítica, que mantiene el autor, con relación al utilitarismo clásico, al presentarse como una concepción monista de los valores que se hace incompatible con el liberalismo. Farrell nos muestra como ejemplo de una concepción pluralista, el utilitarismo promedio, que se preocupa, como vimos, no sólo por la felicidad, sino también por la forma en qué la felicidad se distribuye; existiendo, por lo tanto, dos valores en juego: el de la felicidad, y el de la igualdad o equidad. Con este ejemplo, Farrell, nos quiere mostrar que no todas las versiones del utilitarismo son monistas; y del análisis del mismo, concluye que es necesaria una visión reformada y moderada del utilitarismo (que defiende la neutralidad y la relatividad agencial), y que se basa, en último término, en la defensa del utilitarismo de las preferencias. Farrell, en sus estudios posteriores, abandona el derecho a la igual consideración y respeto de Dworkin, al que le asignaba el carácter de un derecho prima facie, considerando que la nueva terminología de la neutralidad y la relatividad agencial, es la más adecuada para llegar a una versión modificada del utilitarismo, que tenga como finalidad armonizar los resultados del utilitarismo con los de la teoría liberal; para Farrell, la atenuación del utilitarismo en un sentido liberal se producirá en beneficio de la autonomía del individuo. El utilitarismo de satisfacción de las preferencias, exige, como afirma Farrell, un contacto con la realidad, que la preferencia haya sido realmente satisfecha, no que el agente crea que lo ha sido. Dentro de las preferencias, distingue entre las preferencias reales: aquellas que el individuo realmente ostenta; y contrafácticas (verdaderas, les llamará Harsanyi): las que el individuo ostentaría en caso de disfrutar de una situación privilegiada, en la cual las creencias y las preferencias serían consistentes, y estas últimas estarían basadas en una información completa. Son estas últimas, para el profesor Farrell, preferencias paternalistas. Hemos visto, que Farrell expone su tesis en favor de las preferencias manifestadas, por considerarlas acordes con el liberalismo; por el contrario, mantiene el autor, si aceptamos las preferencias contrafácticas o verdaderas, estaremos ante una teoría utilitarista, pero no liberal. En este punto, hemos llegado a la conclusión de que Farrell acepta las preferencias antisociales, maliciosas, al mismo nivel que las preferencias sociales y defensoras de la auténtica libertad. Para el autor, se pierde autonomía si ponemos cortapisas a las preferencias manifestadas. Partiendo de un análisis profundo de la ética, y siendo consciente de su importancia para la dignidad humana, hemos visto que Martín D. Farrell abandona la ética en favor de un liberalismo donde todas las preferencias contarán por igual. He justificado, basándome en autores clásicos y autores actuales de clara relevancia en la esfera ética, que una sociedad libre y democrática se basa, entre otras cosas, en la afirmación incuestionable de la existencia y legitimidad de ese proceso de construcción social y comunitaria de los sujetos autónomos, que es la esencia de la ecuación moral. Esa autonomía (real) del agente moral, es condición indispensable del nacimiento del concepto de ciudadanía, y el reconocimiento como hemos defendido, de "ciudadanos" y no de "siervos", es el soporte fundamental de una sociedad libre. Por otra parte, y de un modo paralelo, he mostrado la paradoja del pensamiento de Farrell, al contestar a las críticas que se le han hecho desde el utilitarismo, acusándolo de no tener en cuenta a los individuos, ni tener en cuenta las diferencias de nacimiento; no obstante, al rechazar tal acusación, sin embargo, se decanta por un utilitarismo de las preferencias y un liberalismo de la neutralidad, que sí olvida estas desigualdades. En unión con este apartado, hemos expuesto el análisis que hace Farrell del liberalismo de la neutralidad al compararlo con el liberalismo de la autonomía, mostrado el autor clara preferencia por el primero. En estas líneas, nos ha expuesto cómo el mercado es un instrumento apto para satisfacer los planes de vida de los ciudadanos, siempre y cuando, apostilla Farrell, se asegure previamente que todos los ciudadanos cuenten con los recursos suficientes como para convertir sus preferencias en demanda. Sin embargo, a la hora de establecer cuáles son esos recursos mínimos, parece que lo deja al albedrío del mercado, aceptando incluso contratos inhumanos, como por ejemplo un hipotético contrato de esclavitud. Siguiendo la exposición del profesor Farrell, hemos ubicado la tolerancia en el lugar intermedio de un segmento imaginario; en esa misma posición intermedia del segmento se encuentran, según el autor, las distintas variantes del liberalismo de los valores (el de la autonomía y el de la igualdad). A un extremo, sitúa Farrell el liberalismo lockeano, y al otro, ubica el liberalismo de la neutralidad. Su pretensión ha sido mostrar que la tolerancia no tiene cabida en los extremos de dicho segmento conceptual imaginario. En consecuencia con lo expuesto anteriormente, Farrell defiende un relativismo ético que, según su opinión, genera en quien lo acepta tendencias psicológicas a favor de la democracia. He mostrado mi desacuerdo, y me he valido de posiciones como la del profesor Tasset, para demostrar que es posible abordar una crítica del liberalismo incidiendo en lo que este profesor denomina el carácter contradictorio de su comprensión de la tolerancia. He defendido, dedicándole un apartado extenso en la introducción que esta investigación dedica a la ideología del liberalismo, que es posible diferenciar entre un liberalismo del consenso racional acerca de los valores básicos de la sociedad, y que asume unos supuestos ético epistemológicos no relativistas, al menos no totalmente relativistas; y por otro lado, un liberalismo del modus vivendi que asume presupuestos escépticos de raíz hobbesiana y que considera que la consecuencia natural del liberalismo es el relativismo ético y el pluralismo. Farrell se ha manifestado a favor de esta segunda postura, relativista y escéptica, en cuanto a los postulados éticos. Ser neutral significa, para Farrell, obrar de modo tal que no se beneficie a ninguna concepción del bien, ni a ningún individuo, en virtud de su presunta superioridad intrínseca. Analizamos aquí la diferenciación entre neutralidad negativa (el Estado es neutral por omisión) y neutralidad positiva, donde el Estado no acepta como intocable la distribución actual de los recursos. Su neutralidad se manifiesta en la circunstancia de que todos sus ciudadanos tienen la misma probabilidad de llevar a cabo su plan de vida, y esto exige -en alguna medida- la redistribución de los recursos. La idea de neutralidad positiva se asocia con la idea de libertad positiva. Un liberal puede aceptar que el mercado es un instrumento apto para satisfacer los planes de vida de los ciudadanos, pero se asegurará previamente que todos los ciudadanos pueden convertir sus preferencias en demanda, por contar con recursos suficientes. Hemos analizado que se puede estar de acuerdo con Farrell, siempre que no se rehuya tratar la cuestión del grado de redistribución de los recursos. También hemos demostrado una contradicción en su planteamiento cuando formula la aseveración de que se debe contratar a precio de mercado sin especificar, como hemos visto, a qué mercado se refiere. Hemos esbozado, sin adentrarnos demasiado en cuestiones de Estado y de organización política, y centrándonos en la visión ética de la sociedad, cómo la defensa del liberalismo basado en la neutralidad (como meta-valor) llevará al autor a rechazar los subsidios o ayudas gubernamentales, para que ciertas culturas puedan sobrevivir. Un argumento en contra de esta postura, ha sido expuesto al caracterizar el liberalismo de la autonomía, que sí favorecería el subsidio para maximizar la autonomía de dichas culturas. Para el profesor Farrell, la neutralidad implica no tener preferencias entre las culturas, aún a riesgo de que éstas se pierdan. En resumen, he pretendido seguir el hilo del utilitarismo reformado que nos propone Martín D. Farrell, como consecuencialismo maximizador que cubre el radio de circunstancias más amplio, dentro de un estado liberal neutral (entendida la neutralidad como meta-valor), y tolerando la intolerancia sin exceder el principio del daño milliano. Estos han sido los pasos seguidos en estas páginas, centrándome en el conflicto entre ética y política, e intentando encontrar un equilibrio entre el utilitarismo y el liberalismo, sin renunciar al juicio ético en el que se basa cualquier consenso democrático, que pretenda ser dinámico y estable al mismo tiempo. Para esta tarea, y en contra del profesor Farrell, no hemos podido aceptar que todas las preferencias cuenten por igual, ni que el liberalismo pueda fomentar simple y llanamente el escepticismo de los valores, ni que asiente de un modo directo la democracia en el relativismo ético. Después de la exposición del conflicto ético-político en el pensamiento liberal de Martín D. Farrell, consideré necesaria una aportación crítica a su filosofía desde un liberalismo que no abandone el camino de la Ilustración. Esto es lo que se ha pretendido en las páginas que ponen término a este trabajo de investigación, abriendo la posibilidad de seguir la discusión sobre estos asuntos vitalmente importantes para los individuos, así como de abrir nuevos espacios conceptuales con el pensamiento liberal de Farrell que a la vez me ha servido de guía y de contrapunto crítico. Este trabajo de investigación es, por lo tanto, un ejercicio de reflexión sobre la idea liberal de que el principal problema del utilitarismo es que restringe la libertad en aras a maximizar la utilidad. Ese es el motivo que en realidad lleva a todos los liberales radicales a abandonar el utilitarismo, pero sin darse cuenta de que la propia defensa de la libertad, a no ser que se base en argumentos kantianos o lockianos de carácter metafísico, sólo puede asentarse sobre un razonamiento o argumento utilitarista, principalmente de un utilitarismo de la regla. Por eso he mantenido que este trabajo de investigación es, fudamentalmente, un estudio de Filosofía Moral, aunque realizado desde el análisis y la crítica de un pensamiento liberal tan problemático e interesante como el de Martín Diego Farrell. Para concluir, dejo constancia de que el carácter fundamental de estas críticas no empaña mi admiración por la obra de un filósofo tan interesante, y tan prolífero en su pensamiento. Todo lo contrario, su obra deja abiertas las puertas a nuevos trabajos de estudio sobre su filosofía del derecho y su filosofía política. En fin, he intentado ir más allá de su modelo de liberalismo, pero el único modo de hacerlo ha sido transitando por sus virtudes y defectos. Raquel Díaz Seijas Universidade de Santiago de Compostela.